Se decía hace pocas semanas en Continental Web que van quedando no más de 9 o 10 lugares para circuitos europeos en el calendario de la F1 (y eso con un calendario que apunta a 25 carreras por año). Y que circuitos como Paul Ricard (que jamás entusiasmó y cuyo mayor mérito para entrar fue pertenecer a un holding relacionado en su momento con Bernie Ecclestone) e incluso los míticos Monte Carlo y Spa corrían peligro de salir tan pronto como el año próximo.

Hay más noticias para este boletín, porque ahora los organizadores del GP de Países Bajos dudan en seguir más allá de su actual contrato, que expira en 2023. Los promotores tienen una opción hasta 2025, pero deben activarla al 31 de octubre de 2022.

Robert van Overdijk aclaró lo obvio: “La venta de entradas no es suficiente para equilibrar el balance. Somos un evento de financiación 100% privada y necesitamos el apoyo de patrocinadores y entes oficiales. Hasta ahora, sólo el ayuntamiento de Zandvoort nos ha apoyado desde el primer día. Y es imprescindible para nosotros que siga así”, resumió el empresario en declaraciones a De Telegraaf.

La situación general ya ha sido descrita con detalles en este mismo espacio: a medida que, desde los 90, Bernie Ecclestone comenzó a incorporar escenarios cada vez más exóticos (la mayoría ubicados en Oriente Próximo o en Extremo Oriente) que pagaban cánones cada vez más exorbitantes (sólo a la altura de un déspota asiático o de las gigantescas escalas de la economía de Oriente), los organizadores y circuitos europeos fueron saliendo del calendario, y los que no salieron se fundieron, e incluso muchos que salieron evitaron la quiebra por un pelo (los circuitos alemanes entre ellos).

La venta de tickets, único ingreso real de los organizadores de un Gran Premio de F1, es insuficiente para pagar los exorbitantes cánones. La solución, ya se ha dicho en Continental Web, pasa por abandonar el modelo de pago de cánones, generalizado por Ecclestone desde los años 80, y pasar, al menos en Europa y América, a un sistema de franquicias y asociaciones entre la FOM/Liberty Media y el organizador de cada país, en donde se embolsen todos los ingresos, se paguen todos los gastos y se repartan las ganancias netas eventuales (¿90% para la FOM, 10 para el organizador es suficientemente leonino?).

Con el actual modelo, gana la FOM a corto plazo y pierde toda la F1 a largo plazo. Pero se garantizan (de manera cortoplacista y en el fondo suicida) los ingresos de la FOM y, por lo tanto, de los equipos. Y los equipos de F1 siguen firmes en esa pulsión de muerte (la llamaría Freud) de negarse a cualquier cambio que toque privilegios superficiales (y sobre todo simbólicos) de la ya extinta era del Most Expensive, Better.

La solución que ha encontrado por ahora Liberty Media para que no salgan masivamente de manera definitiva grandes circuitos europeos es la rotación de Grandes Premios. Claramente insuficiente, porque sin núcleo europeo, el calendario de la F1 languidecerá: les pasó al WTCC y al WEC: los gastos logísticos crecen exponencialmente, y los ingresos por derechos de imagen sólo lo hacen aritméticamente; a la larga, se funden los campeonatos, y la F1, como mínimo, seguirá sufriendo esta pinchadura lenta de la economía europea (que lleva un siglo en relación a los mercados emergentes cada vez más opulentos).

Pero, en contraste con Zandvoort, y apenas cruzando la vereda neerlandesa, encontramos un ejemplo de resiliencia que sólo sostiene la pasión por el automovilismo: Spa, que desde hace un par de décadas está en permanente peligro de salida del calendario (sobre todo por lo económico), manifiesta su voluntad de prolongar el vínculo que tanta adhesión genera hacia el circuito de parte de pilotos y público.

Es que el Gobierno de Bélgica anunció que apoyará la organización del Gran Premio. Willy Borsus, ministro de Economía, anunció conversaciones tripartitas entre el Gobierno belga, los promotores y Liberty de las que participó personalmente el primer ministro, Alexander de Croo.

Y no es una señal aislada o incoherente la que llega desde Spa: los promotores del circuito han invertido abundantemente en cambiar la trágica curva de Eau Rouge (donde se mató Antoine Hubert hace pocos años) y han aprovechado para construir una nueva tribuna en el sector, con un hotel incluido. El circuito más amado de la F1 resiste.