McLaren rubricó su perceptible resurrección de las últimas dos temporadas obteniendo en el GP de Italia su primer 1-2 desde Turquía 2010 (Hamilton/Button) y su primera victoria desde Brasil 2012 (Button). Palmas para el excéntrico y locuaz Zack Brown, que ha sacado al histórico equipo de Bruce McLaren y Ron Dennis de lo que parecía una lenta e ineluctable agonía, y para Andreas Seidl, líder técnico de esta resurrección.

La victoria se vio facilitada por la locura de Max Verstappen cuando en la Vuelta 27, tras una parada péxima en boxes (estuvo detenido 11,1 segundos al poner Duros), intentó no perder la posición ante un Lewis Hamilton que esta vez fue la víctima completa al salir de los pits y ser atropellado por el neerlandés. El Red Bull quedó montado en el Mercedes, y, en su locura, Max intentó acelerar el auto (enterrado en la leca) para proseguir la carrera, pasando por encima de la cabeza de Lewis, que salvó su vida sólo por el halo. Como en Silverstone, hay que decir: fue maniobra de carrera, pero Max enloqueció, se excedió y podría haber causado una desgracia. Habrá repercusiones de esta maniobra y nuevos capítulos de esta cruenta batalla entre los dos mejores del mundo en cuando los humos de la actual se disipen.

Pero no nos equivoquemos: era muy difícil que hoy la carrera no la ganara Ricciardo, porque los McLaren tenían una tracción que los ponía fuera del alcance de Red Bull y Mercedes. Esto fue así en toda la primera parte de la carrera, hasta que Ricciardo, puntero tras una largada perfecta (y una mediocre de Max, todo hay que decirlo), decidió entrar a boxes y desató el aquelarre de paradas.

Daniel paró en la V22, y Max, cuyos Medios no aguantaban más, entró en la siguiente, también para poner Duros. Ahí empezó la locura, porque la goma delantera derecha no encajaba, y comenzaron los insultos por radio del ígneo Verstappen. El neerlandés terminó de perder la cabeza cuando, en el comienzo de la Vuelta 27, vio salir a Hamilton delante de él.

Aprovechando el quantum propio de venir en carrera lanzada y con neumáticos calientes, intentó meterse en un hueco inexistente en Rettifilo, una de las chicanas más estrechas y traicioneras del calendario: como se dijo, se lo llevó puesto y obligó al abandono de ambos.

Cuando se relanzó la carrera en la Vuelta 31, estaban Ricciardo primero y Leclerc segundo. Al monegasco lo pasó enseguida Lando y en pocas vueltas más se lo desayunaron Checo y Bottas, claramente más rápidos que los punteros: por momentos, Bottas, que había largado desde el fondo por sanciones a causa del reemplazo de su planta impulsora, le sacaba 3 segundos por vuelta al australiano.

Pero Ricciardo, que viene de quizá su año más gris en la Fórmula 1 (vapuleado por el genial Norris, con problemas de adaptación al auto, algunos errores propios y bastante mala suerte), se redimió devolviendo a McLaren a lo más alto del podio. Controló la carrera yendo homeopáticamente al ritmo de la Ferrari más rápida y mantuvo la parrilla junta en menos de 20 segundos (salvo el Haas sobreviviente, claro) hasta el final.

Detrás de Norris quedaron Pérez y un impotente Bottas, con Leclerc y Sainz Jr. Cerca. Pero por una sanción de 5 segundos al mexicano, el orden quedó así en la zona de puntos a partir del tercero: Valtteri, Leclerc, Pérez, Sainz Jr, Stroll, Alonso, Russell y Ocon.