Corría el mes de septiembre del 2011 cuando una noticia estremeció al peculiar mundo del fútbol. Un jugador de la Serie B de Italia, la segunda categoría, había desaparecido sin dejar rastros y se sospechaba de un secuestro. Poco después, la historia tomaría matices tragicómicos. 

El futbolista en cuestión era nada menos que Savio Nsereko. Seguramente, para la gran mayoría su nombre no signifique mucho. Pero los más fanáticos del fútbol podrán recordar a una joven promesa del fútbol que en el 2009 se calzó la 10 del West Ham por la generosa suma de 10 millones de euros, cifra que debe evaluarse en un contexto de hace casi 13 años.

El delantero nacido en Uganda y nacionalizado alemán había sorprendido a todos como una pieza fundamental del seleccionado germánico que ganó la Eurocopa sub 19 en el 2008. Por aquel entonces jugaba en el Munich 1860 y ya había protagonizado un episodio extraño: desapareció un par de semanas, volvió como si nada hubiese pasado y el club decidió rescindirle el contrato.

Recaló en el Brescia de Italia y desde allí fue que saltó al fútbol inglés, donde no le fue para nada bien. Llegó con toda la expectativa mencionada por lo costoso de su ficha y con el peso de la camiseta que le dieron, y tan sólo jugó 10 partidos, de los cuales en nueve ingresó desde el banco. Además, convirtió un sólo gol. De hecho, es hasta hoy marcado como uno de los peores refuerzos de la historia de la Premier League.

Pero una sola mala experiencia no podía truncar toda la carrera de un joven talento que aún despertaba ilusiones. Es por eso que la Fiorentina lo llamó para darle una segunda chance y lo compró en 2,5 millones de euros. Pero tampoco rindió en Florencia y fue prestado en múltiples ocasiones, hasta llegar al episodio que marcó su carrera en el año 2011: el secuestro.

Luego de largos días sin que nadie tuviese noticias de él, su familia recibió una alarmante llamada de unos delincuentes: lo tenían secuestrado, no les daban a conocer su paradero y les exigían un rescate para liberarlo. Rápidamente su círculo íntimo se puso en contacto con las autoridades, que tomaron la denuncia y se pusieron a trabajar en el caso.

Lo primero que les llamó poderosamente la atención a los investigadores fue el monto solicitado por los supuestos maleantes para liberarlo: solo pedían 3.000 euros, una cifra que parece muy menor, especialmente tratándose de un futbolista que estuvo en la élite. Comenzaron a seguir pistas que no salieron a la luz e involucraron a la Interpol en la causa.

Unos días después, apareció sano y salvo, pero lejos de donde vivía. Lo encontraron en Tailandia sin un rasguño y lo acusaron de fingir su propio secuestro, a pesar de que el intentó excusarse mediante una frase tan reiterada a lo largo de la historia como poco efectiva: "Todo fue un malentendido". Según informaron fuentes judiciales, en sus vacaciones en Asia, el futbolista se había gastado 25 mil euros y necesitaba obtener más dinero de algún modo.

Tras aquel hecho, no duró mucho más en la Fiorentina. Luego de que le rescindieran su contrato pasó por ligas muy menores de Alemania, Kazajistán y Lituania. Pero mientras se encontraba en el ascenso alemán, hace algunos años, protagonizó otro hecho polémico. Un compañero lo acusó de haberle robado un reloj mientras él se recuperaba de una lesión en la rodilla.

Nsereko todavía sigue en actividad. Tiene sólo 32 años y juega en el BSC Sendling, en un torneo regional de Alemania y hace ya un tiempo que no se conoce ningún escándalo más de su parte. Quizás por una mejora en su comportamiento o quizás, tan solo, por falta de repercusión.