Hay cosas que el dinero no puede comprar. No, no es una publicidad de ninguna tarjeta. Es una frase que puede aplicarse a un número muy reducido de casos, pero le cabe a la perfección a la situación de Faiq Bolkiah. El jugador más rico del mundo, que tiene un país a sus pies, no consigue consolidarse como futbolista y ningún club lo quiere.

El joven mediocampista de 23 años, que nació en Los Angeles, Estados Unidos, es hijo de Jefri Bolkiah, príncipe de Brunéi y sobrino del sultán Hassanal Bolkiah. Como miembro de la familia real del país asiático, posee una fortuna que sobrepasa los 15 mil millones de euros. 

Vive como un excéntrico, posee un tigre como mascota y alardea de sus gastos mensuales que llegaron a ser de 35 millones de euros. Pero, a pesar de su inmenso patrimonio, no parece tener demasiado talento para convertirse en futbolista profesional.

Tuvo un trajín importante en las inferiores de los mejores clubes de Inglaterra. Pasó por el Chelsea, el Arsenal, el Stoke City y en 2016 llegó al Leicester, donde llegó a entrenar con el plantel profesional. Sin embargo, no tuvo lugar y no llegó a debutar, por lo que decidió probar suerte en un club menor.

Desembarcó en Marítimo, un club de segundo orden del fútbol de Portugal, con grandes expectativas e inmensas ambiciones. "Soy extremo y uso el número 10. Me gusta el juego directo y convertir goles", se describió alguna vez. Pero parece que los entrenadores que lo dirigieron no lo vieron del mismo modo.

Tampoco jugó un sólo minuto en el conjunto luso, apenas fue una vez al banco de los suplentes y esta semana fue dejado en libertad, tras dos años sin pisar el césped. Por supuesto, aún le queda un sitio donde sí puede jugar. Por su linaje es convocado a la Selección de Brunéi, donde ya disputó cinco partidos y convirtió un tanto.