Halloween es una fiesta que, a pesar de haber incrementado la popularidad en el último tiempo como consecuencia de la globalización, no tiene una tradición tan arraigada en Argentina. De hecho, es de origen estadounidense y no tiene tanta penetración en otras partes del mundo.

Aunque sí, la Noche de Brujas, prende mucho en los ámbitos que tienen una particular afinidad con la fiesta y la jarana.  En octubre del 2001, los jugadores del Betis sintieron el verdadero terror. Pero no se enfrentaron a monstruos, momias y vampiros, sino a un presidente furioso que encontró a todos y cada uno de los miembros de su plantel en las situaciones más comprometedoras.

Aquel plantel del Betis de España tenía una fama peculiar. Estaban bastante marcados por su predilección por la noche sobre el día. Basta mencionar a algunos jugadores de aquel equipo como el español Joaquín, quien hasta ha confesado su intento de convertirse en una estrella de la pornografía o el brasileño Denilson, un gran apuntado como habitué de todo tipo de farras.

Ya había habido algunos problemas al respecto un año antes, cuando el equipo había descendido a Segunda División y se vinculaba el bajo rendimiento con las salidas nocturnas. Sin embargo, para el 2001 la historia era diferente. El club había vuelto a Primera, le iba bastante bien, había llegado a liderar el campeonato y las energías del plantel parecían estar enfocadas puramente en el fútbol.

En consecuencia, uno de los jugadores, Benjamín Zarandona, ofreció a sus compañeros hacer una cena en su casa, tranquila, íntima, sólo del plantel, para pasar un buen momento. El encuentro que iba a tener a unos 30 invitados, solo futbolistas, estaba pactado para un miércoles, a cuatro días de tener que jugar por La Liga. No había ningún inconveniente.

Pero lo de íntimo o privado se distorsionó fácilmente. Ya para la noche del 31 de octubre se percibía que el ambiente iba a estar un poco más concurrido. El teléfono descompuesto del boca en boca había transformado la cena íntima en una tremenda fiesta que había generado enorme expectativa en la ciudad.

Cuentan algunos de los protagonistas que cuando llegaban al chalet de Zarandona se encontraron con carteles en los semáforos que indicaban una dirección donde habría una fiesta descontrolada. Sí, era la misma dirección de la cena tranquila a la que supuestamente iban. 

En paralelo, Juande Ramos, el director técnico de su equipo, dormía plácidamente en su casa cuando recibió un llamado que lo alteró: "Tenemos que ir a poner orden". Del otro lado del teléfono estaba Manuel Ruiz de Lopera, el presidente del club, que lo instaba a acompañarlo a un lugar que no terminó de entender, para solucionar un conflicto que tampoco pudo comprender. Lo pasó a buscar en un auto y ambos se dirigieron a la fiesta.

Mientras Benjamín Zarandona seguía en su rol de anfitrión haciendo pasar gente a su casa, vio llegar un vehículo que le resultaba familiar y se estacionó en la puerta. Poco después vio bajar al presidente y a su DT. Lógicamente, entró en pánico y empezó a alertar a sus compañeros, que le rogaban que no lo deje pasar, que lo evite de algún modo, que legalmente no podía irrumpir de esa manera.

Pero nada pudo hacer. Por el contrario, se encontró a si mismo como cabeza de una fila que traía a Ruiz de Lopera y a Ramos, quienes revisaban exhaustivamente todas las habitaciones de la casa y se encontraban a todos sus jugadores en situaciones comprometedoras. No todo lo que presenciaron fue revelado, aunque sí algunos detalles.

En la casa había más de 200 personas, lo que debe entenderse como un número abultado en una ciudad cuya población es de 600 mil personas. El alcohol y la música fuerte eran parte del panorama esperable, pero no así una de las escenas que presenció en una de las habitaciones: un grupo de chicas realizaba ejercicios físicos sin ningún tipo de prenda encima. 

En el piso de arriba, todo era terror. Los jugadores se miraban azorados sin poder creer del todo lo que sucedía. Algunos creían que era una broma de mal gusto, otros se asomaban a comprobar lo que les habían dicho. Denilson, de los más lúcidos, se vio venir su represalia. Dicen sus compañeros que gritaba desesperado: "Si me ve no me paga".

El joven atacante que un año después se consagraría campeón del mundo con Brasil había sido la compra más cara de la historia del club y despertaba grandes expectativas. Con miedo a que todo se pinche, intentó escaparse por un balcón. Varios compañeros los detuvieron y lo convencieron de que era mejor enfrentar a Lopera que saltar por allí.

El presidente echó a la gente de la "fiesta" y reunió a todos sus jugadores con furia. Se encargó de reprenderlos a todos, apuntando a los temas más sensibles para cada uno. Para unos el contrato, para algunos la imagen, para otros su familia. El reto fue tan fuerte que algunos jugadores terminaron entre lágrimas.

Para colmo de males, ese fin de semana, el equipo perdió frente al Zaragoza. Pero, la historia tiene un final feliz. El plantel unió fuerzas, hilvanó un invicto de seis partidos consecutivos sobre el final del torneo y se clasificó para la Copa UEFA, todo un logro para un equipo recién ascendido.

La frase que mejor describe aquella situación la aportó Joaquín, que luego tuvo una brillante carrera: "La suerte que tuvimos es que estábamos todos juntos. Si hubiésemos sido sólo tres hoy estaría sirviendo café en el bar de mi padre".