Cuesta decir que Independiente perdió con Ceará y no con Leodán González. Los errores constantes y permanentes del árbitro uruguayo destruyeron el partido: una expulsión dudosa, un penal en contra y un gol que no debió ser convalidado por infracción al arquero. El pobre equipo brasileño se impuso al Rojo por 2 a 1 en Brasil en el primer partido del Grupo G de la Copa Sudamericana.

El partido es difícil de describir sin caer en la caterva de equivocaciones del juez uruguayo. A los 12 minutos y en el marco de un torneo internacional donde cualquier error es determinante, expulsó a Ayrton Costa. Lo había amonestado unos minutos antes por una discusión con un delantero rival que nadie apreció y le sacó la segunda amarilla por una falta prácticamente imperceptible cuando Stiven Mendoza se le escapaba.

Aún así, el equipo local no pudo generar prácticamente nada. Fue un manojo de nervios generado por su impaciente hinchada y por la impotencia de su bajo rendimiento. Se adelantó, intentó arrinconar, pero fue totalmente inofensivo.

Y, en un contraataque, a los 32, Andrés Roa armó una buena jugada, se tiró a trabar, ganó y le quedó a Leandro Benegas. El mendocino asistió a Gastón Togni que con frialdad cruzó un zurdazo para poner a su equipo en ventaja. El Rojo sobrellevó el final del primer tiempo con paz.

En la segunda mitad, el conjunto brasileño salió con mayor decisión. Ya su entrenador Dorival Junior había mandado a dos delanteros más a la cancha y su equipo empujaba, aunque sin claridad. Pero, otra vez, apareció el árbitro González al rescate. Luego de un córner y un remate al bulto sancionó penal por mano de Lucas Romero.

La pelota impactó en el brazo y seguramente algunas de las tantas, confusas y contradictorias nuevas recomendaciones amparen su decisión, pero el sentido común indica que ante un disparo de medio metro de distancia, sacar el brazo es prácticamente imposible. Mendoza empató la historia para el equipo brasileño.

Un rato más tarde, el juez del encuentro expulsó a Nuno Paraíba. La primera amonestación había sido correcta pero la segunda también fue muy dudosa. Aún así, Independiente no recuperó el control del partido y un rato más tarde en una pelota parada lo perdió.

De un córner desde la izquierda cayó un centro cerrado y el arquero Sebastián Sosa salió a cortar. El uruguayo tiene su principal déficit en el arco a la hora de salir en los envíos aéreos, pero en este caso cuando intentó el manotazo, Zé Roberto, delantero rival, le bajó el brazo. Obviamente, González no cobró, la pelota sobró a todos, rebotó en Benegas y se metió en su propia valla.

Desde entonces, entre la impericia propia, cambios muy mal hechos y un árbitro que enfrió todo lo posible, el Rey de Copas no llegó más al arco rival. Es difícil evaluar a Eduardo Domínguez, porque cuenta con uno de los planteles más pobres del fútbol argentino y de la historia del Rojo. Además, la mayoría son jóvenes y no tiene líderes definidos que puedan plantársele de un modo diferente ante injusticias arbitrales.  

Dentro de lo positivo, cada tanto y por lapsos muy cortos, se ve una idea de juego. Pero, por el otro lado, sus decisiones respecto a planteos iniciales y modificaciones en torno a lo que pide el partido son reiteradamente erróneas. Como en este duelo, en el que, por ejemplo, estando abajo en el resultado puso a dos volantes centrales como Carlos Benavídez y Gerónimo Poblete, y agotó los cambios con dos delanteros en el banco.

Independiente tiene el consuelo de que si saca todos los puntos contra La Guaira y General Caballero, puede definir como local ante Ceará e intentar ganarle por más de un gol de diferencia para clasificar. Aún con la pobrísima situación en la que se encuentra el equipo, no parece una tarea imposible con un arbitraje normal. Por supuesto, eso es algo con lo que no se puede contar en las competiciones de la CONMEBOL.