La mística en el fútbol es muy difícil de explicar. Es eso que a algunos clubes tocados por la varita mágica los lleva en andas en el momento justo para sacar adelante situaciones que para cualquier otro serían absolutamente imposibles. En general, además, se da en los torneos más importantes. Seguramente con esta explicación no alcance, pero para todo lo que no se comprenda respecto al concepto, basta con ver al Real Madrid en cualquier partido de Champions League.

El Merengue ganó un partido lleno de gloria por 3 a 1 ante el Manchester City en el Santiago Bernabéu la vuelta de las semifinales y se metió en la final. Había perdido 4 a 3 en Inglaterra y caía 1 a 0 de local a falta de menos de un minuto. Pero la historia apareció como un tren imparable para llevarse puestas las ilusiones del equipo visitante.

El conjunto local mostró muy poco hasta que estuvo en desventaja. En la primera mitad no pudo hacer demasiado. Tuvo algunas chances desperdiciadas por Karim Benzema y Vinicius Jr. que pudieron ser más claras por la jerarquía de ellos, pero que de por sí no fueron tan nítidas. A los atacantes les faltó el respaldo que suele darles Luka Modric, que estuvo más avocado a tapar a Rodri que a crear juego.

El equipo de Pep Guardiola tampoco brilló. Tuvo la pelota, descansó con ella y evitó correr grandes riesgos, especialmente en la subida del lateral derecho, Kyle Walker, dedicado puramente al duelo mano a mano con Vinicius Jr.. De todas maneras, tuvo las dos chances más claras de la primera mitad: la primera tras un pase genial por encima de todos de Kevin De Bruyne que Bernardo Silva definió al primer palo y luego con un remate de aire, sorpresivo de Phil Foden. En ambas tapó bien Thibaut Courtois.

La segunda mitad tuvo una tónica similar, hasta que con el correr de los minutos el equipo madrileño tuvo la necesidad de adelantarse y partirse para buscar el resultado, y se expuso atrás. Los buenos ingresos de Ilkay Gundogan y Oleksandr Zinchenko le dieron réditos enseguida al visitante. En un contraataque, Bernardo Silva condujo de manera genial de derecha hacia el centro, libero el sector derecho y se la dio a Riyad Mahrez. El argelino definió al primer palo, convirtió y generó la sensación de que la historia estaba concluida.

Incluso, el City tuvo al menos tres chances claras más para liquidar el pleito. Joao Cancelo estuvo cerca con un remate lejano que despejó Courtois con lo justo. Luego ingresó Jack Grealish, que tuvo dos chances inmejorables generadas por el desde la izquierda. Pero otra vez apareció el arquero local en todo su esplendor para desviar una pelota que tenía clarísimo destino de gol y Ferland Mendy para despejar en la línea por detrás de todos.

La serie se terminaba y el conjunto de la Casa Blanca no había mostrado un sólo indicio de una posible reacción. Pero al escudo más grande del mundo nunca puede dárselo por muerto, especialmente cuando tiene en cancha a varios de los jugadores que escribieron algunas de las páginas más doradas de su historia moderna.

En el minuto 45, Eduardo Camavinga tiró un centro pasado que parecía irse. Pero el genial Benzema, de voluntad inclaudicable, la fue buscar y la metió hacia el centro de zurda. Rodrygo que tuvo una noche histórica, aceleró, anticipó a Ederson y empató el partido. 

De todos modos al equipo local le faltaba un gol más. Un minuto después Dani Carvajal tiró un centro desesperado. Marco Asensio quiso cabecear y desvió apenas la trayectoria para que casi de manera sobrenatural la pelota le caiga en la frente a Rodrygo, que ya había saltado. Cabeceó, convirtió y desató la locura del legendario estadio español.

El encuentro fue al alargue, pero un golpe así enseguida dio indicios de ser de nocaut. En el arranque del tiempo extra el Real Madrid jugó como no lo había hecho en todo el partido, con una voracidad única y en cinco minutos consiguió el tanto definitivo en la serie.

Desde la derecha le pusieron un pase corto a Benzema que anticipó en el área y Ruben Días, que llegó desesperado, le barrió el pie derecho. El propio crack francés se hizo cargo de una ejecución que a cualquier mortal le pesaría toneladas. Pero para él fue casi rutinario: definió certero a la izquierda de Ederson que se jugó al otro palo.

Hecha su labor, el equipo más ganador de la historia de la Champions cedió el protagonismo, se acopló en pocos metros y se dedicó a esperar lo que pudiese hacer un rival que había sacado de la cancha a sus mejores futbolistas y que ya estaba totalmente desmotivado.

El equipo inglés respondió con tenencia prolongada y muchos centros. Tuvo una chance clarísima con un centro de Joao Cancelo que cabeceó Foden. Courtois, gran figura, respondió de manera asombrosa y en el rebote Fernandinho llegó sin ángulo para empujarla en el segundo palo.

El Real Madrid llegó a la final de la Champions por 17° vez en su historia. Ante tanta grandeza la labor de Ancelotti es la justa y necesaria: acomodar las cosas en el vestuario, poner en cancha a los mejores y correrse del medio para darle paso a ese tanque arrollador que en 120 años de historia ha ganado más que nadie. Pocas hazañas pueden a lo largo de la historia de un deporte plagado de historias majestuosas, equipararse a lo hecho por el equipo español en este torneo, en tres instancias consecutivas.

Si de épica y mística se trata, no hay final más adecuada que la que se vendrá entre el conjunto español y el Liverpool, que se medirán en París el 28 de mayo. Ese partido no sólo tendrá dos equipos de tremenda envergadura, sino también dos escudos con una historia enorme detrás.