Para quien escribe estas líneas Racing fue indiscutiblemente el mejor equipo del 2022. Fue quien mejor fútbol desplegó, quien tuvo más regularidad y, como si eso fuera poco, el que más puntos obtuvo. Claro está que ninguno de esos criterios, ni los plenamente subjetivos, ni los objetivos, le valieron ningún tipo de título: en 2022 la Academia no fue campeón. Sin embargo, el inagotable poder de su presidente le dará la posibilidad de disputar un nuevo título, recientemente inventado, en 2023.

Hace poco tiempo, la AFA llegó a un oneroso acuerdo con los Emiratos Árabes para disputar un torneo allí en enero del año que viene. Desde el país asiático se apresuraron a exhibir su gestión y a anunciar la disputa de la Supercopa Argentina en Abu Dhabi durante el verano argentino y desde la dirigencia del fútbol de nuestro país dieron el visto bueno al anuncio.

En dicho torneo deben enfrentarse el ganador de la liga contra el ganador de la Copa Argentina. Sin embargo, una cuestión se les escapó de las manos: el ganador del último campeonato fue nada menos que Patronato, que el próximo año jugará en la Primera Nacional.

Los principales dirigentes del fútbol argentino notaron que disputar dicho torneo en el exterior, con un equipo de segunda categoría, no daría al mundo la imagen que buscaban dar. Tampoco podían permitir que el suculento dineral que ganarán los equipos que jueguen ese campeonato quede en manos de un club menor, cuya dirigencia no tiene tanto peso.

Fue allí cuando apareció en escena el hombre más poderoso del fútbol en nuestro país: Víctor Blanco. El mandamás de la Academia ha adquirido y conservado un nivel de influencia sobre las decisiones del fútbol doméstico que pocas veces se ha visto en alguien que no preside la AFA. El dueño de una importante cadena de restaurantes tiene influencia sobre todo: árbitros, derechos de televisión y contactos con la política entre otras cosas. 

Pocas personas han logrado mantener buenos vínculos tanto con el sector más duro del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, como con el macrismo: Blanco ha desarrollado un poder admirable para bailar sobre la cornisa sin caer nunca de ningún lado. Tanto, que su poder e influencia ha superado notoriamente a la figura de Claudio “Chiqui” Tapia, posiblemente sin que este último llegue a tomar real noción de como por detrás de decisiones que él cree tomar, quien mueva los hilos es realmente el presidente académico.

Por eso, al Patrón su chance de jugar en Medio Oriente le fue arrebatada. Jugará la Supercopa Argentina, sí, pero en otro momento y en su tierra. Respecto del campeonato en Abu Dhabi, se creará de cero una nueva competencia, que tendrá un protagonista asegurado: sí, adivinó, Racing.

Todavía restan detalles por decidir, pero lo jugaría el líder de la tabla anual, justamente el conjunto albiceleste, contra el ganador de la liga argentina o el ganador del Trofeo de Campeones, que también podría ser el equipo de Avellaneda. Como sea, buscan que tenga su lugar asegurado.

No será la primera vez que su presidente utilice sus influencias en pos de su enfermiza obsesión por bordarse una estrellita más en el escudo. En 2016 logró crear la Copa Bicentenario, que enfrentó a Racing con Lanús, en el Cilindro. El trofeo en cuestión lo disputaron el campeón del Torneo de Transición 2016, con el campeón del Torneo de Transición 2014. Sí, un campeonato de dos años antes, que sólo se vinculó con el otro por el apelativo “Transición”.

Aquella fiesta no le salió tan bien como se esperaba, ya que el por entonces equipo de Facundo Sava, quien curiosamente hoy entrena a Patronato, perdió con el Granate de Jorge Almirón por 1 a 0. Tampoco fue la única fiesta meticulosamente armada que al equipo de Blanco no se le dio como él esperaba.