La designación de Alejandro Granados como máximo jefe de la seguridad de Buenos Aires cayó como una bomba de fragmentación en el cristinismo. Abrió una fisura entre el pejotismo ortodoxo de los caudillos del Conurbano y el neofrepasismo que encarnan Juan Manuel Abal Medina o Martin Sabbatella. La brecha se abrió como nunca en estos diez años entre ambos sectores que supo reclutar Néstor para ponerlos al servicio de su proyecto de poder y dinero.
 
Es que de un lado aparece la mismísima Cristina respaldado la mano derecha dura de Granados y por el otro su principal crítico es Horacio Verbitsky, un icono de la militancia progre y garantista. Muchos mal pensados dicen que estas diferencias no hubieran aparecido si el ciclo kirchnerista no tuviera fecha de vencimiento en el 2015. Que es un síntoma de que hay sectores del ala izquierda del proyecto que ya no se tragan los sapos que antes se tragaban. O que prefieren tomar cierta distancia para no quedar pegados poco antes de que se termine la fiesta pese a que la disfrutaron en todo momento con la revolución en el pecho y los subsidios en los bolsillos.

Veremos si esto se verifica en la práctica. La verdad objetiva es que la presidenta bendijo la designación de Granados y que lo bancoó aún después de conocer sus intenciones y que Horacio Verbitsky le tiró con munición gruesa.

Nadie dijo de Granados lo que dijo Verbitsky. Fue a fondo con acusaciones que son escandalosas y que, de ser ciertas, deberían hacer renunciar a Granados y presentarse a la justicia para aclarar los tantos. Porque el periodista militante aseguró que en Ezeiza, el territorio que gobernó Granados hasta hace 5 minutos “la policía constituyó escuadrones de la muerte” financiados por los comerciantes locales para asesinar a los pibes chorros de la zona.
 
¿Se da cuenta de la gravedad de esta denuncia que bien merecería la actuación de oficio e inmediata de un fiscal? Se lo repito por las dudas la fugacidad de la radio no le permitió comprender la dimensión del horror. Verbistky sostiene que en Ezeiza donde hace años que manda Alejandro Granados la policía mata chicos pobres y para hacerlo cobra dinero de los empresarios locales. Pero hay más informaciones para este boletín. Verbitsky dice que Granados y Alberto Samid, hoy un hombre de confianza de Daniel Scioli fueron socios a la hora de ejercer como cuatreros y robar hacienda.
 
Lo dice con ironía: “integraron la rama menemista de la ganadería ambulante”. Y como si esto fuera poco, también revela que la parrilla “El Mangrullo” fue edificada sobre terrenos fiscales y con un crédito del Banco Ciudad a un pariente porque Granados estaba inhibido. Todo muy trucho y oscuro. Verbitsky señala además que de las declaraciones de Leonor Granados, se desprende que el famoso tiroteo que protagonizó en su estancia, fue mas un ajuste de cuentas que un intento de robo o un caso de inseguridad. Leonor es la hermana del flamante secretario de seguridad y hace unos días que se pasó al equipo de Sergio Massa.

Las diferencias de Verbitsky con Cristina que surgieron con mucha fuerza en el momento de la designación de Francisco como Papa y del nombramiento de Cesar Milani al frente del Ejército, estallaron en estas horas. Desde lo político dice que el plan de Granados de llevar a 100 mil los efectivos policiales es inaplicable y que los militares no tienen preparación ni doctrina para ir a las fronteras a reemplazar a los gendarmes que patrullan los lugares mas visibles y electoralistas del Conurbano.

Algo se está gestando. Se siente el crujir de una grieta importante en las filas del gobierno. En el peor momento electoral de Cristina hay algunos que empiezan a hacer las valijas para abandonar el barco. Tal vez otro remezón de ese terremoto haya sido la campaña macartista que se desató sobre Martin Sabbatella al que Carlos Kunkel primero acusó de carroñero y Alberto Descalzo discriminó como “del Partido Comunista” a diferencia de él, que se identificó como justicialista.

Esto antes no pasaba. Cuando se ganaban elecciones y había un futuro compartido bajo el techo de Cristina eterna nadie decía nada. Ojalá la sangre no llegue al río. Porque de estos insultos, enfrentamientos y botoneadas estuvo revestida la tragedia de los 70. Los zurdos contra los fachos del peronismo sembraron de cadáveres el país antes del terrorismo de estado. De ninguna manera se puede comparar la actualidad con aquellos tiempos de sangre y terror. Pero vale la pena encender una luz de alarma. Que nadie se atreva a incubar de nuevo el huevo de la serpiente.