La familia de Sara Gómez, una mujer de 39 años que murió el 1 de enero en España tras someterse a una cirugía estética, aún trata de asimilar lo ocurrido.

No se explican cómo Sara salió del quirófano con "lesiones propias de una reyerta con armas" al presentar cerca de 30 perforaciones de entre 0,5 y 2 centímetros en órganos como los riñones, el colon, el intestino o el hígado, entre otros, denunció el primer abogado que tuvo la familia de la fallecida.

"Queremos que todo el peso de la ley caiga sobre los culpables porque fue una carnicería", le dice a BBC Mundo Ezequiel Nicolás, expareja de la fallecida y portavoz de la familia, que ya ha denunciado por un presunto delito de homicidio imprudente tanto al cirujano que operó a Sara como al anestesista.

El 2 de diciembre, la mujer, que se encontraba en buen estado de salud, según su familia, ingresó en una clínica privada de Cartagena, Murcia (sureste), para someterse a una lipoescultura, una intervención en la que se extrae grasa mediante una cánula para después transferirla a otras partes del cuerpo con el objetivo de remodelar la figura.

Tras cinco horas de operación, el cirujano aseguró a la familia de Sara que todo había ido bien, aunque se encontraba algo inestable. Sin embargo, horas más tarde la paciente fue trasladada en situación de extrema gravedad -por pérdida de sangre y otros líquidos- al hospital. Allí permaneció ingresada en la unidad de cuidados intensivos durante casi un mes, hasta que falleció el 1 de enero.

La operación duró más tiempo de lo previsto, se realizó entre las 9:00 y 14:30 horas, y no fue hasta casi cuatro horas después cuando el médico llamó al servicio de urgencias, según denunció en diálogo con BBC Mundo el primer abogado de la familia de la víctima, Ignacio Martínez.

"En los más de 30 años que llevo tratando este tipo de casos he visto de todo, pero este es el más incomprensible de todos", aseguró el letrado.