Marco Antonio nació en Roma el 14 de enero del año 83 antes de Cristo.
Era sobrino segundo del gran Julio César, al que secundaría en la conquista de la Galia. 
Los historiadores le ponen un adjetivo a su juventud: disoluta.

Lo cierto es que a los 25 se convirtió en oficial de caballería y participó de las campañas a Palestina y Egipto. En el ejército, bajo el mando de su tío, se convirtió en su escolta en aquella histórica conquista de la Galia ante Vercingetorix y su ejército feroz de galos unificados.

Cruzó el Rubicón junto a su líder y se hizo cargo del gobierno de Roma mientras Julio César perseguía a Pompeyo hasta África.
Al regreso del César, Marco Antonio fue nombrado cónsul, pero lo más trascendente de su vida llegaría a partir del asesinato de la gran figura de Roma.
Una vez muerto Julio César a manos de algunos integrantes del Senado, Marco Antonio se hizo cargo de vengar su nombre. 
Leyó el testamento frente al pueblo romano y exclamó: “Vengaré a César, vengaré a Roma”.

Y fue así nomás. Durante tres años persiguió a los asesinos de César y se vengó de ellos y sus ejércitos: primero Casio y luego Marco Bruto. 

El poder de Roma daba vueltas en el aire y los tres máximos candidatos se lo dividieron: Marco Antonio, Octavio y Lépido. Formaron una especie de triunvirato, pero con Lépido en un segundo plano. Los capangas eran Octavio –hijo adoptivo de Julio César, que era en verdad su tío abuelo- y Marco Antonio, la mano derecha del gran hombre.

REAPARECE CLEOPATRA

Marco Antonio, el romano que vengó a Julio César y murió en brazos de Cleopatra

La reina de Egipto tenía un hijo con Julio César, llamado Cesarión, y temía por la integridad del niño, que podía ser considerado en algún momento candidato para el trono de Roma por la sangre que corría por sus venas. 
Ella pensaba que Octavio iba a intentar invadir Egipto y matar al niño, por eso buscó la forma de aliarse con Marco Antonio.
Y la fórmula fue muy eficaz: se enamoraron.

Cleopatra mandó a hacer 200 barcos extraordinarios para proteger su tierra y le pidió a Marco Antonio que rompiera el pacto con Octavio para que juntos se quedaran con Roma. Pero él se negó. Eso conduciría inevitablemente a una guerra.

Luego, Marco Antonio firmó el tratado de Brindisi y quedó establecido que la parte oriental del imperio le pertenecía a él y la occidental a Octavio. Todos contentos. 
Pero Octavio, joven zorro, le pidió algo más. 
-Para que no haya dudas de tu buena intención, casáte con mi hermana Octavia.
Y así sucedió.
Cuando esto llegó a oídos de Cleopatra, la reina del Nilo se puso loca y entró en depresión.
Pero Marco Antonio no había salido indemne de ese potente encuentro con la bella africana y más temprano que tarde volvió a Egipto. 

Llegó a Alejandría y le dijo a todos, guiñándole un ojo a Cleopatra, “Vengo a rendirme a los encantos de Egipto”.
Y al rato, frente a unos comedidos allí reunidos, exclamó: “Renuncio a mi falso matrimonio romano y tomo como esposa a la reina Cleopatra”. Y para demostrar que venía en serio la cosa, les regaló a Egipto los territorios de Siria.

Octavio explotó en mil cóleras juntas. Y sin más vueltas le puso la palabra justa a la situación: guerra.

Y todo el poderío de su ejército fue en búsqueda de Marco Antonio y de Cleopatra. 
Y se encontraron en la batalla de Actium, donde Octavio venció. Marco Antonio casi muere allí. Se salvó de casualidad, pero ya estaba derrotado en su espíritu.
Cleopatra lo quiso reanimar, pero él no pudo reponerse: “No soy Julio César, sólo soy un hombre”.

Octavio los rodeó en Alejandría y Marco Antonio no pudo defenderse más que un día con las pocas legiones que le quedaban.
Le hicieron creer que Cleopatra se había suicidado y Antonio, acorralado, le ordenó a su esclavo Eros que lo matara, pero Eros usó su espada para suicidarse.
Entonces reaccionó arrojándose sobre su propia espada para terminar de una vez esa tragedia de manera digna.

Escribieron algunos que se mantuvo un tiempo con vida y que le alcanzó para llegar a ver la cara de Cleopatra, muriendo finalmente en sus brazos. 
Pocos días más tarde, ante la deshonra que suponía desfilar encadenada en el triunfo de Octavio, Cleopatra se suicidó, según la tradición, mediante la muerte ritual por mordedura de áspid.

Se hicieron muchísimas películas.
En 1963, “Cleopatra”, con Elizabeth Taylor ganó cuatro Óscar.
En 1972, Charlton Heston y Carmen Sevilla protagonizaron “Antonio y Cleopatra”.
En el 99, la chilena Leonor Varela tomó el papel de la reina de Egipto en “Cleopatra” y hasta hubo una mexicana en 1947 protagonizada por Luis Sandrini y María Antonieta Pons llamada “La vida íntima de Marco Antonio y Cleopatra”.

Leonor Varela
Leonor Varela

Con el desenlace de muertes y suicidios finalizó esa parte destacada de la historia de Roma. 
Octavio se hizo con todo el poder y al poco tiempo fue renombrado Augusto, el primer emperador del nuevo Imperio, porque en eso se había convertido Roma.
Augusto gobernó a la máxima potencia del mundo de entonces desde el 27 AC hasta el 14 DC, es decir durante más de 40 años.

Y todo había comenzado con la muerte de Marco Antonio, el primer día de agosto del año 30 AC.
Una historia de poder, la historia de la gloria y de la muerte. 
La historia de un amor.