Diversos presidentes han gobernado sin controlar el Congreso. Es cierto, en la mayoría de los casos, se les ha complicado la gestión. En un sistema republicano, donde el poder esta repartido en tres, suele ser una dificultad para el partido gobernante, tener minoría en el Poder Legislativo. Pero ninguno ha gobernado sin controlar el propio Poder Ejecutivo. Es impensable y parece inviable.

Raúl Alfonsín, por ejemplo, estuvo en minoría en el Senado durante toda su gestión. Después de su segunda elección de medio término en 1987, también perdió la Cámara de Diputados. Néstor Kirchner inició su primer mandato en absoluta minoría, porque si bien el peronismo dominaba ambas cámaras, la mayoría de los legisladores respondían a Eduardo Duhalde que aspiraba a controlar al patagónico.

Pero el proceso de Kirchner fue distinto, porque ingresó a la presidencia con poco poder real, incluso con ministros colocados allí por el propio Duhalde, como el titular de Economía Roberto Lavagna, pero en la primera elección de medio término, el presidente fue a elecciones contra el propio Duhalde, de hecho, Cristina enfrentó a "Chiche" en Provincia de Buenos Aires, la derrotó y desde entonces, Néstor tomó el control total del gobierno y también del Parlamento.

Mauricio Macri nunca tuvo "el control" de las Cámaras, fue primera minoría después de la elección de 2017, pero resultaba insuficiente para obtener las leyes que requerían mayorías especiales.

Pero todos ellos, cuando perdían influencia en el Legislativo, se abroquelaban en su gabinete, un grupo de funcionarios fieles y obedientes, que ejecutaban las políticas que disponía el presidente. En realidad el Poder Ejecutivo es unipersonal, es decir lo ejerce el presidente en exclusividad. Los ministros, son, como dice la Constitución, ministros-secretarios, su cargo está a disposición del presidente, y mucho mas sus subalternos, secretarios, subsecretarios, etc. Estos últimos tienen funciones delegadas por los ministros, es decir, todos están a disposición del presidente.

Por ello, el titular del Ejecutivo controla, debe controlar, absolutamente todos los cargos que tienen como fin ejecutar las políticas que el mismo determina.

Pero no es el caso de Alberto Fernández. Sus funcionarios no siguen las órdenes impartidas y se vilipendian entre sí en público, a la vez que desafían al propio presidente. No existe viabilidad de gestión de este modo. Cuando el Secretario de Comercio, Roberto Felleti dice que el acuerdo con el FMI, que se acaba de cerrar y se exhibe como un logro por parte del presidente, como "letra muerta", está apuntándole directamente a la estrategia de Alberto Fernández.

Cuando sugiere que el ministro de Economía, Martín Guzmán, debería hacer algo mas eficiente contra la inflación y no la hace, socava al funcionario que el presidente eligió para solucionar los problemas más acuciantes de los argentinos.

No puede ignorarse tampoco, que todo lo que dijo Feletti es cierto y que en todas las gestiones los funcionarios tienen diferencias de enfoque sobre mas de un tema. Pero las resuleven discutiendo entre ellos, el presidente decide el camino a seguir, y todos acompañan, conformes con la decisión o no. Eso le da al usuario del Sillón de Rivadavia, una red de contención política.

Fernández no cuenta con eso. "Esto se va a poner feo" dice Felleti. Y pinta feo la verdad. Pero la advertencia radial al presidente es, al menos, poco convencional. 

No es el primer caso. Cuando hay gestiones peronistas tanto en la Nación como en Provincia de Buenos Aires, la articulación suele ser sustancial para la gestión. Aunque tampoco puede olvidarse la histórica pelea entre Carlos Menem y su vice y luego gobernador bonaerense: Duhalde.

Pero ni siquiera entonces era habitual declaraciones como las de Axel Kicillof hace unos días, en el sentido de que "la situación social en el conurbano no da más", en referencia a las políticas económicas del gobierno nacional. 

El caso ya histórico del subsecretario de Energía, Federico Basualdo, negándose a la orden presidencial de aumentar las tarifas, fue el primero, pero también es emblemático. Basualdo hizo lo que quiso y sigue en su cargo. El presidente tiene hoy una relación distante y casi irreconciliable con la titular de Anses, Fernanda Raverta, al igual que con la titular del PAMI, Luana Volnovich. La lejanía con el ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, parece no tener solución tampoco.

Atención! No es intención de este artículo determinar que sector del gobierno tiene razón en cuanto a las políticas que son necesarias para levantar el país. Pero sean cuales fuesen, el gobierno es hoy un macanismo trabado, donde ninguna de las vertientes puede llevar adelante la solución que sea elegida. 

La encrucijada presidencial parece no tener salida. Depende en el Congreso de que la oposición lo acompañe para poder sacar normas que le permitan gestionar. Y a medida que se acerquen las elecciones, el acompañamiento opositor se va a ir extinguiendo. Y depende de un gabinete que no controla para poder gestionar. A su vez, si "limpiase" de su equipo de gobierno a quienes lo critican o no siguen sus indicaciones, pierde al sector, por lejos, más potente en términos electorales de la alianza de gobierno, el kirchnerismo, en definitiva, es el único sector con una base de votos propios realmente considerable.

Los días por venir de acá hasta agosto de 2023, serán por lo menos complejos para un Alberto Fernández que no encuentra la salida de un laberinto imposible.