Como consecuencia de la masacre de Connecticut, el presidente estadounidense, Barack Obama, anunció un drástico plan contra las armas.

Las medidas incluyen la prohibición de comercializar armas de asalto, la exigencia de comprobación de antecedentes criminales para todas las ventas y el aumento de la cobertura en salud mental. También se restringirá el acceso a los cargadores de alta capacidad como los usados en la masacre reciente y se eliminarán las balas perforantes.

Sectores del Partido Republicano, así como la Asociación Nacional del Rifle criticaron la decisión de Obama y remarcaron que “ir contra los derechos de los ciudadanos no es una respuesta a las tragedias”.

Por Continental, Santiago Baabdaty, padre de un sobreviviente de la masacre de Newtown, consideró “positivo que se aumente el control de la venta de armas en los Estados Unidos”.