El proceso de autodefensa se ha multiplicado en distintas poblaciones de México. Campesinos de localidades ahogadas por los cárteles del delito organizado tomaron las armas y montaron guardias civiles.

Pobladores de dos municipios del sur de México asolados por secuestros y asesinatos cometidos por las organizaciones criminales, decidieron tomar las armas y organizarse para su autodefensa, un recurso cada vez más socorrido en zonas rurales del país carentes de seguridad pública.

Unos 800 campesinos de los municipios de Ayutla de los Libres y Tecoanapa, enclavados en montañas de Guerrero (sur), embozados con pañuelos salieron desde el 6 de enero pasado con pistolas, escopetas y machetes para enfrentar a las organizaciones criminales que constantemente roban, secuestran y extorsionan a pobladores y comerciantes, y en algunos casos los asesinan.

Los campesinos, que se autodefinen como una policía comunitaria, montaron retenes en las carreteras que acceden a sus comunidades y vigilan las calles, donde han detenido a 44 presuntos delincuentes, mientras que las escuelas y negocios cerraron sus puertas.

A esas comunidades de Guerrero y otras del vecino estado de Michoacán (oeste) "se les ha orillado a tener que organizarse en contra, no solo del crimen organizado", sino que también se tienen que proteger de policías "que en muchos casos están asociados y protegen a estos criminales", dijo René Jiménez Ornelas, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Estos dos municipios suman en conjunto unos 107.000 habitantes, con un nivel de educación promedio de seis años, cuentan con sólo unos 80 médicos para las dos comunidades y menos del mitad de las casas cuentan con sistema drenaje.

La falta de seguridad ha llevado en los últimos años a otras poblaciones campesinas e indígenas a formar grupos de autodefensa, pese al imponente despliegue militar para combatir a los carteles del narcotráfico en el país que exacerbó las disputas entre organizaciones criminales con un saldo, entre 2006 y 2012, de 70.000 muertos y 25.000 desaparecidos.

La comunidad de Urapicho, un pequeño poblado de 1.500 habitantes en Michoacán, decidió el octubre pasado organizarse de la misma manera, cansada del terror que ejerce el cártel los Caballeros Templarios, que trafica droga y controla otras actividades criminales.

Indígenas purépechas de Cherán, otro poblado de Michoacán, tomaron en mayo de 2011 el control para evitar la incursión de bandas armadas que protegen a los cortadores ilegales de árboles, luego del asesinato de nueve campesinos y cinco desaparecidos.