Rusia y China pueden llegar a entenderse y convertirse en grandes socios comerciales, sobre todo en un momento en el que los dos enfrentan una relación difícil con Occidente. Quien se vería más beneficiado, sería Rusia que podría eludir parcialmente las sanciones internacionales impuestas a raíz de la guerra en Ucrania.

Conseguiría además colocar parte de la producción de gas que ya no envía a Europa, su mayor cliente. Los gobiernos europeos han pasado los últimos meses buscando reducir su dependencia energética del Kremlin, que hasta ese entonces suministraba el 40% del gas utilizado por la UE.

Pero estrechar lazos puede llevar años, sobre todo si hablamos de infraestructuras energéticas. El ejemplo más claro de esta relación a largo plazo es el gasoducto Power of Siberia 1 que las empresas energéticas estatales, Gazprom de Rusia y China National Petroleum Corp., han estado construyendo durante unos ocho años.

El tubo que puede enviar gas desde Siberia a Shanghái a lo largo de 3.000 kilómetros se encuentra en las etapas finales, aunque en su camino ya va dejando combustible en diversos puntos del norte de China.

Y si bien comenzó bombeando solo una fracción de su capacidad, los datos demuestran que la guerra ha impulsado su uso. Rusia manda más gas a China desde febrero, cuando empezó la invasión de Ucrania.

"El gasoducto puede suministrar hasta un total de 38.000 millones de metros cúbicos (bmc en inglés) al año, pero antes del conflicto, Rusia enviaba unos 4.000 o 5.000 millones. Las entregas han aumentado ahora en un 63,4% y la idea es que para 2023 aproveche la capacidad completa", le dice a BBC Mundo Pablo Gil, estratega jefe del broker XTB para España y Latinoamérica.