La democracia en Estados Unidos muestra por segunda vez consecutiva, una fragilidad extraordinaria, al momento del recuento de votos. Después de las enormes dudas generadas en las presidenciales de hace dos años, cuando estuvieron una semana contando sufragios y en varios estados, los resultados iniciales se dieron vuelta con el correr de los días, hoy el escenario es similar.

Con los ánimos todavía caldeados y la sociedad claramente dividida en mitades enfervorizadas entre demócratas y republicanos, el sistema de votación y especialmente de recuento de votos, es caldo de cultivo no solamente para la sospecha, sino especialmente para la violencia.

Las denuncias de fraude republicanas en las presidenciales, fueron evidentemente alentadas por ese proceso sospechoso de recuento de votos. Un resultado claro, definitivo, en un tiempo breve, es una certeza indispensable en tiempos tumultuosos y la democracia estadounidense no ofrece tal cosa.

Otra vez los estados de Arizona y Nevada siguen sin conseguir un resultado a 48 horas de la emisión de los votos, y Georgia parece dirigirse a una segunda vuelta electoral que podría definir el control del Senado.

Las encuestas, arrojaban resultados contundentes a favor de los republicanos y las motivaciones de los electores para votar por ellos, se basaban especialmente en el fuerte proceso inflacionario que exhibía la administración de Joe Biden. La inflación no cambió, pero el recuento de votos dio vuelta esa tendencia y el clima empieza a complicarse otra vez.

En tanto la paridad de fuerzas siga en estos niveles, los norteamericanos deberían preocuparse por encontrar un sistema electoral uniforme y claro, que aporte a pacificar los ánimos y no a complicar aún mas el clima de violencia.