Setenta años, siete meses y dos días después del 6 de febrero de 1952 cayó el puente de Londres. Era el mensaje clave que debía recibir antes que nadie, fuera de la familia real, la primera ministra británica, Liz Truss: “El puente de Londres ha caído”. Cayó a los 96 años y, por anunciado que fuere, dejó un hondo vacío entre monárquicos y antimonárquicos, respetuosos de la figura de Isabel II, fallecida el 8 de septiembre en el castillo escocés de Balmoral, su residencia de verano, a 1.600 kilómetros de Londres.

La reina más longeva de la historia invistió a 15 primeros ministros desde Winston Churchill y sobrevivió a siete papas desde Pío XII y a innumerables reyes y mandatarios de otras latitudes. Le dejó una vara muy alta a su primogénito, Carlos III, de 73 años, el monarca de mayor edad en acceder al trono después de Guillermo IV, coronado a los 64 en 1830. “Los políticos llegan al poder con la sensación de haberse ganado la lotería; los monarcas acceden al trono afligidos por la muerte de su progenitor”, escribió Andrew Roberts en The Wall Street Journal.

La sucesión en un momento de duelo y de sombría introspección marca la diferencia con la victoria electoral en los sistemas republicanos, más allá de que en el Reino Unido rija una monarquía constitucional, curiosamente basada en leyes, no en una Constitución, con las alegrías y las tristezas que deparan cada tanto las urnas. La hija del rey Jorge VI, fallecido mientras dormía en la finca de Sandringham, Norfolk, debió esperar 16 meses para ser coronada. Estaba en Kenia cuando ocurrió el deceso. Tenía 25 años.

Carlos y su hermana Ana estaban a su lado cuando murió. Fueron los primeros en arribar a Balmoral tras el último acto público de Isabel II: recibir a Truss, sucesora de Boris Johnson. Con su muerte, el Reino Unido enfrenta dos retos: nuevo rey y nueva primera ministra en un mundo que, en las últimas siete décadas, atravesó el final del imperio británico, la fase posterior a la Segunda Guerra Mundial, la desintegración de la Unión Soviética, la Guerra Fría y otros hitos que desembocaron en la pandemia y en la guerra en Ucrania como vectores de la crisis contemporánea.  

Crisis que, en el Reino Unido, arrastra el lastre del Brexit, las pulsiones secesionistas, la debilidad de la libra y una inflación galopante, estimada en un 14 por ciento para fin de año, la mayor en cuatro décadas, que deriva en huelgas de ferroviarios, transportistas, profesores, abogados, carteros y personal sanitario. “Casi nada parece estar funcionando en Gran Bretaña y podría ponerse peor”, titulaba The Economist en agosto.

Ser un gran importador de petróleo, gas y carbón representa un desafío para la primera ministra Truss, más que para Carlos III, soberano del Reino Unido y de los otros 14 Estados independientes que forman la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth). Eran 15 hasta 2021. Barbados se convirtió en república en 2021 y muchos de sus vecinos caribeños quieren imitarlo. El rey tiene poderes simbólicos y ceremoniales, pero se mantiene neutral en el plano político excepto cuando nombra gobiernos y los disuelve antes de las elecciones.

Jorge Elías

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