El Papa Francisco le pidió hoy a obispos y sacerdotes de todo el mundo "no quedarse enclaustrados en las parroquias" sino ser "callejeros de la fe" y los exhortó a promover "la cultura del encuentro" e "ir contracorriente de la cultura del descarte".

Así lo afirmó esta mañana al celebrar una misa en la catedral de Río de Janeiro, con la participación de 644 obispos -entre ellos unos 30 argentinos-, 7814 sacerdotes y 632 diáconos de todo el mundo llegados hasta aquí para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), de la que participan más de un millón de jóvenes.

"No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. No es un simple abrir la puerta para recibir, sino salir por ella para buscar y encontrar", les dijo en una vibrante homilía.

En su mensaje a los pastores de la iglesia pronunciado íntegramente en español, el papa argentino Jorge Bergoglio les habló enérgicamente de tres aspectos de su vocación: el ser llamados por Dios, llamados a anunciar el Evangelio y llamados a promover la cultura del encuentro. "Es en las favelas, en los `cantegriles`, en las villas miserias donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. El permanecer con Cristo no es aislarse, sino un permanecer para ir al encuentro de los otros", expresó y añadió que los pobres de esas comunidades deben ser tratados como "invitados VIP".

En ese marco, les propuso pensar "con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia". Al poner especial énfasis en la formación y atención de los jóvenes -los verdaderos protagonistas de esta semana-, Francisco le dijo a los sacerdotes: "Pierdan tiempo con ellos, se los pido de todo corazón porque cuando los jóvenes sienten que son amados personalmente por Dios, eso los acompaña toda la vida" y les ordenó coloquialmente: "Andá a buscarlos".

"Empujemos a los jóvenes" sugirió, y también que los eduquen en la "misión, a ponerse en marcha" como hizo Jesús, que "no los mantuvo pegados a él como una gallina con sus polluelos, sino que los envió". En otro tramo de su homilía, el pontífice volvió a denunciar que "en muchos ambientes se ha abierto paso lamentablemente la cultura de la exclusión, una cultura del descarte".

"No hay lugar para el anciano ni para el hijo no deseado, no hay tiempo para detenerse en aquel pobre a la vera del camino", dijo en otro momento fuerte del sermón, en el que consideró que para algunos "las relaciones humanas están reguladas por dos `dogmas`: la eficiencia y el pragmatismo". En ese sentido, les pidió que "tengan el valor de ir contracorriente de esta cultura, tengan coraje para hacerlo", y les suplicó "no renunciar a este don de Dios: la única familia de sus hijos".

"Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Permítanme decir que debemos estar casi obsesionados en este sentido. No queremos ser presuntuosos imponiendo `nuestra verdad`", afirmó en su mensaje. Para finalizar, le rezó a la Virgen María para "que no nos eche de casa sino que nos empuje a salir de casa".