Ambar gris, lo que encontró un patólogo en España dentro de una ballena es una secreción biliar desagradable y pestilente que se produce en los intestinos del cetáceo. Una vez expulsado, puede encontrarse flotando en el mar, la costa o la arena. Y al oxidarse en contacto con el ambiente, adquiere un olor dulce y agradable.

Los expertos aún no pudieron determinar si la especie defeca o vomita este "oro flotante", como lo conocen. Su precio ronda entre los 10.000 y los 80.000 euros el kilo, dependiendo de su calidad y pureza.

Su rareza se debe en principio a que el ámbar gris lo producen sólo una mínima fracción de la población de cachalotes (cerca del 1%), en circunstancias particulares, presumiblemente cuando tienen fuertes problemas intestinales. Es ceroso e inflamable, de color gris mate o negruzco, con tonalidades variadas como el mármol. Apenas sale por el orificio del mamífero, es una sustancia viscosa y maloliente. Pero con el paso del tiempo (años, décadas) y a medida que se va secando y macerando y las corrientes la empujan, va adquiriendo un cuerpo ceroso y una fragancia más dulce y terrosa, hasta que las olas la llevan hacia la costa.

Su uso sobre todo se da en la industria del perfume, ya que el ambar gris es una sustancia que retiene los olores durante mucho tiempo. Dom Devetta, fundador de la empresa de perfumes británica Shay & Blue, dice que "su aroma es intenso, dulce, animal. Añade una capa dentro de la fragancia que le da un toque de pasión, sensualidad, sexualidad y eso es algo difícil de lograr".

Debido a la escasez de un flujo de mercado constante y fiable de ámbar gris se han ido creando sustitutos diversos en laboratorios, aunque todavía distan de ser como el original. En los Estados Unidos, comprar o vender ámbar gris (incluyendo el que se recupera de las playas) es una violación de la Ley de Especies en Peligro de Extinción de 1978.