En estrategia básica, una de las condiciones para que dos países establezcan una alianza, es que tengan un enemigo común. Es cierto que China y Rusia han sido históricos rivales, en términos futboleros, irreconciliables, Boca y River, pero eso no puede impedir que se tracen escenarios en los que se evalúe que trabajen mancomunadamente, sumar las fuerzas de uno a las del otro, para enfrentar a un enemigo común.

Occidente lo es. La OTAN lo es. Ambos, Rusia y China, tienen conflictos con occidente que parecen poder resolverse solamente con un conflicto bélico. Ambos tienen dificultades para concretar objetivos estratégicos en países de algún modo satélites, porque la OTAN se lo impide.

¿Cuanto habría tardado China en recuperar militarmente Taiwán si la OTAN no patrullase permanente el Mar Meridional de China? El gobierno de Xi Jingping entiende que Taiwán es territorio soberano propio. ¿Que plazo se habría dado Putin para invadir Ucrania si no hubiese tropas norteamericanas e inglesas desplegándose para defender la integridad territorial de ese país? Es estratégicamente intolerable para Rusia que Ucrania se una a la OTAN como pretende, es traer al enemigo a su propia frontera.

La sorpresa de los analistas occidentales por una eventual alianza estratégica entre Xi y Putin es, a su vez, sorprendente. 

Por otro lado, los rusos son, en este caso, un interesante campo de pruebas para los chinos. La respuesta a una eventual invasión de Ucrania, puede servir para medir como sería el conflicto si China invadiese Taiwán. 

Aunque también, algunos arriesgan que podría ocurrir una invasión simultánea, de modo tal de dividir los esfuerzos militares de la OTAN y desconcertarlos tácticamente. 

Hay quienes atrasan mucho y creen que el conflicto de fronteras entre los rusos y los chinos, originado en 1969, impide el trabajo conjunto en una movida que implica intereses mucho mas importantes, que define el destino de un mundo que ha ingresado en nueva nueva guerra fría, de características diferentes a la que siguió a la Segunda Guerra Mundial, pero guerra fría al fin.

El conflicto fronterizo existe, pero bien podría dejarse su definición para cuando conjuntamente pongan de rodillas a occidente, un objetivo, comercial, economíca y políticamente, mucho mas determinante para su futuro, que correr un kilómetro mas o menos, una linea fronteriza irrelevante.

Danny Russel, el ex secretario de Estado adjunto para Asuntos de Asia y el Pacífico durante la presidencia de Barack Obama, fue quien lo entendió con mas presición: “Donde convergen los intereses de Putin y Xi es en desacreditar las garantías de seguridad estadounidenses y socavar la fe en la determinación y las capacidades de Estados Unidos. La capacidad de China para intimidar a sus vecinos crece en proporción a sus dudas sobre si Estados Unidos acudirá a su rescate”, afirmó al medio China Watcher.

Russel agregó: “Si Putin invade y se niega a retirarse de Ucrania, el fracaso de Estados Unidos para disuadirlo, seguido del fracaso para expulsarlo, reforzaría enormemente la campaña de Beijing para convencer a la gente de Taiwán, y de otros lugares de Asia, de que `la resistencia es inútil´ porque las promesas de seguridad de Estados Unidos ya no son creíbles".

Claro como el agua, el peligro del eje conjunto es mas que creíble, mas que viable, y las maniobras de la OTAN y los Estados Unidos debe basarse en la hipótesis de esta posibilidad, para no caer en un error estratégico similar al de la famosa Línea Maginot, un cálculo bélico basado en un tipo de guerra que ya no existía.