Tras los atentados suicidas del autodenominado Estado Islámico (EI) en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul que han dejado al menos 90 muertos, las opciones para los afganos de abandonar su país no sólo se han vuelto más peligrosas, sino que se han reducido.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró que sus fuerzas no permanecerán ni un momento más en Afganistán tras el plazo del 31 de agosto.

Y su aliado Reino Unido ya se encuentra en las últimas fases de evacuación, reconociendo que no podrán llevarse a todos los civiles y funcionarios colaboradores afganos con los que se había comprometido.

Pero los afganos tienen otras alternativas para salir por tierra. La principal es a través de su frontera con Pakistán, aunque no deja de ser peligrosa.

Allí es donde se está desarrollando otro drama de refugiados por lo remoto y árido del territorio, la falta de seguridad y la presencia de militantes talibanes que ya advirtieron que no dejarán a los afganos salir del país.

Mientras los ojos del mundo se han concentrado en las multitudes congregadas en el aeropuerto de la capital Kabul, apretujadas contra las puertas de entrada y desesperadas por lograr subirse a un vuelo de evacuación, en la frontera entre Afganistán y Pakistán se están dando escenas similares.

En la localidad fronteriza de Spin Boldak, por ejemplo, la cifra de afganos intentando salir del país se ha más que duplicado desde la subida al poder del Talibán.

Según el diario británico The Guardian, antes de la caída de Kabul unas 21.000 personas cruzaban por ese punto todos los días, pero ahora están llegando más de 100.000 al día a esa frontera.

El trayecto hasta ese punto está lleno de riesgos. Familias con niños, ancianos y personas discapacitadas viajan por carreteras abandonadas, inseguras para llegar hasta los puestos de control donde ahora ondean las banderas del Talibán, cuyos miembros patrullan armados del lado afgano.

Sin embargo, ese no es el fin del calvario.

Pakistán está terminando de levantar una valla entre los dos países y los informes señalan que sólo se les está permitiendo el paso a los comerciantes o a aquellos con documentos de viaje válidos para visitar parientes o recibir tratamiento médico.

Muchos no cuentan con la documentación y esperan bajo el calor o les pagan a traficantes para escapar de la crisis en su país.

"La gran mayoría de afganos no pueden salir del país a través de los canales regulares", expresó la semana pasada un portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

"A partir de hoy, aquellos que pueden estar en peligro no tienen una opción clara de salida".

Poco después de que el Talibán tomara el control de Kabul, varios miles de afganos que lograron cruzar por la localidad Torkham, la entrada más congestionada a Pakistán, pero ahora el cruce se ha vuelto más complicado, según informó la corresponsal de la BBC Sarah Atiq.

Los funcionarios de seguridad de Pakistán dicen querer evitar el paso de milicianos disfrazados de civiles y por eso el proceso y el control se ha vuelto más estricto.

Por otra parte, dice Atiq, hay más presencia talibana, que no está permitiendo la salida de los civiles.

Casi tres millones de refugiados afganos ya viven en Pakistán, la mitad de los cuales no están registrados, aunque lleven allí décadas.

El gobierno en Islamabad dice que han llegado al límite y no puede aceptar más personas del país vecino, a pesar del pedido de la Acnur.