En Seúl, la delegación argentina avanzó en un acuerdo para pagar la deuda al Club de París.

Elevó un informe de autodiagnóstico financiero que había pedido el Grupo de los 20 a todos sus participantes, y que la Argentina fue uno de los primeros en cumplir, cumpliendo con los requisitos de Basilea III:

El Grupo de los 20 oficiará de garante para saldar esa deuda en tres años, sin intervención del Fondo Monetario. La situación se destrabó porque varios países deudores (entre ellos Estados Unidos) aceptaron dejar fuera al malhadado organismo financiero a cambio de cobrar más rápido.

La propia Cristina Fernández propuso que el G-20 fuera el auditor de esas obligaciones, que llegan a seis mil setecientos millones de dólares.