Moctezuma fue un reconocido gobernante de la ciudad mexicana de Tenochtitlan, figura indudable de nuestros estudios secundarios.

Con ese nombre fue bautizada una localidad de la provincia de Buenos Aires, perteneciente al partido de Carlos Casares.

En ese poblado que no supera los 500 habitantes, nació Roberto José Mouras, el 16 de febrero de 1948. Hijo de Don Roberto Mouras e Inés Serrani.

A los 12 años, la familia se trasladó de Moctezuma a Carlos Casares. Roberto avanzó en sus estudios y jugó al fútbol como lateral derecho del Club Atlético de la ciudad.

Pero le tiraban los fierros. Ayudado por una familia de buen pasar a los 18 años debutó como corredor en el Turismo Mejorado regional.

Pero un escenario mayor estaba esperando a ese joven piloto. El Turismo Carretera, la categoría histórica de la Argentina.

Se presentó en el TC el 30 de agosto de 1979 en Chivilcoy, con un Torino que tenía el número 52 en sus puertas. Llegó octavo en esa carrera que fue muy especial, ya que fue ganada por el Loco Luis Rubén Di Palma que llevó como acompañante a la figura musical del momento: Ramón “Palito” Ortega.

En 1974 pasó a Chevrolet y dos años después aparecería una auto histórico. De color dorado, por la publicidad del whisky Old Smuggler, y con el número 7 pintado en la puerta, logró una hazaña: ganar seis carreras consecutivas, récord nunca superado.

Roberto Mouras, el príncipe del TC

Dijo Jorge Pedersoli, el preparador y copiloto: “Este era un auto que se había hecho fundamentalmente para correr en ruta”. Y allí hizo la diferencia. 

La primera victoria llegó el 9 de mayo en Bahía Blanca. Luego siguieron Las Flores, Olavarría, Laboulaye, Monte y Olavarría nuevamente.

Ese famoso "7 de oros" no pudo ser campeón, ya que los Ford de Gradassi y Traverso se lo impidieron.  

Se inició entonces un sueño jamás cumplido para Mouras: ser campeón con Chevrolet.

Roberto fue ídolo indiscutible del “Chivo” y no necesitó ganar un campeonato para serlo.
Ante una requisitoria periodística respondió tajante: “Debo ser sincero, jamás correré para Ford”.
Dejó la vida en el intento por ser campeón con Chevrolet, como se verá.

En julio del 79 empezó a correr para Dodge, y allí alcanzaría la gloria: el tricampeonato de la categoría entre 1983 y 1985.

Era tal la superioridad que mostraba, que las carreras eran aburridas: siempre ganaba Mouras.
Luego del último título retornó a Chevrolet y pudo lucir el número 1 en la puerta, producto del campeonato ganado con la otra marca.

Ya era “el Toro” Mouras. 

Por esos tiempos nació una potente rivalidad con Oscar “Pincho” Castellanos, que corriera con Dodge y con Ford. 

Con Castellanos (también tricampeón del TC como Roberto) las cosas se pusieron ásperas y muchas veces terminaron en despistes o choques inoportunos.

A los autazos, con Castellanos
A los autazos, con Castellanos

Lo dicho. En pos del sueño, Mouras volvió a Chevrolet. Y nunca pudo alcanzar el rendimiento esperado una temporada entera. Siempre le faltó algo.

El 22 de noviembre de 1992 el TC corrió en Lobos. 

Mouras ganó la primera serie y largó adelante con su Chevrolet número 9 azul, celeste y blanco. 
En la vuelta 10 punteaba la competencia perseguido desde cerca por el Dodge del Chueco José María Romero. Era notorio que el Chevrolet de Mouras hacía grandes esfuerzos por mantenerse en pista. 
Cuando el auto transitaba sobre la ruta 205 llegó la hora señalada. A las 12.37 de ese mediodía, el auto reventó un neumático y a 220 kilómetros por hora se estrelló contra un talud de tierra, que se usaba como una valla protectora para el público. 

La tremenda desaceleración provocó la fractura de las vértebras cervicales de Roberto y su muerte instantánea. Un testigo ocular contó: “Después de ver cómo golpeaba el auto contra el talud, vi cómo los brazos de Mouras se cayeron del volante”.

De la mano de la historia de Mouras corrió la historia de su copiloto. Amadeo “Huevo” González, mecánico del taller que preparaba el auto, había decidido que esa carrera sería su última vez como copiloto. Ya no quería pasar por ese vértigo y pensaba dedicarse sólo a la mecánica. 
Y efectivamente, fue la última.

Fue rescatado con vida del auto en el que Mouras había llevado la peor parte. Trasladado en helicóptero al Hospital Italiano de La Plata, murió en la madrugada del martes 24.

En la transmisión televisiva se vivieron momentos dramáticos. 
Ahí escuchamos la voz de Eduardo González Rouco: “Estos silencios y estos baches los tenemos que hacer. Hemos vivido muchos años en carreras de distintos tipos. ¿Hace cuántos años que conocíamos a Roberto Mouras?, ¿cómo hacemos para decirles que Roberto Mouras ha muerto?”.
Esa carrera se dio por terminada en ese instante y el ganador fue Roberto Mouras, que seguramente ya lo observaba desde otro lugar.

Tenía 44 años, era soltero y estaba de novio con Gladys Ilardo.

El Príncipe de Carlos Casares gustaba del tango, de Phill Collins. Hincha de River, de Fangio y admirador de Senna.
Escuchaba Radio Continental.

Alguien lo definió perfectamente: “Un gran ser humano de pocas y justas palabras y de muchas e importantes acciones”.
Esas acciones son las que luego de su muerte se conocieron con más detalle: todo lo que Mouras hacía para ayudar a la gente que lo necesitaba.

Roberto Mouras corrió 259 carreras en el TC, de las que ganó 50 (27 con Dodge y 23 con Chevrolet).
Y dejó su sello para siempre.
Hoy el autódromo de La Plata lleva su nombre y una de las variantes del TC también lo recuerda, el TC Mouras. 

Nada mejor ni más justo que eso.