Que la política se ha futbolizado no es una novedad. Las rivalidades ideológicas o partidarias han perdido el hilo de la razón y se han transformado en contiendas viscerales al mejor estilo River - Boca, Independiente - Racing, Newell's - Rosario Central.

Alcanza con ver el tratamiento de las noticias de esa índole, las promociones de debates presidenciales que poco más anuncian una pelea por la punta, o los actos de Gobierno en los que siempre hay unos cuantos colgados de un paravalanchas que instigan a cantar o alentar sin escuchar el discurso que los reunió allí.

Pero la rueda es tan compleja y da tantas vueltas que generó que el fútbol se repolitice. Lógicamente, la palabra no se refiere a la presencia del mundo de la política nacional en los clubes, cuestión que quizás se ha recrudecido también, pero que siempre existió. No; el término hace referencia al arribo de la política futbolizada a los clubes.

Es decir, antes había hinchas de clubes y barrasbravas metidos en el mundo de la política y políticos insertos en el mundo del fútbol. Hoy el fenómeno es distinto: hay hinchas de políticos en los equipos deportivos.

Esto tiene varias implicancias. Hay hinchas que directamente vitorean una gestión dirigencial. No son hinchas de Boca, Independiente, River, Quilmes o Aldosivi. Son hinchas de la presidencia de fulano o sultano en esos clubes. 

Hay otros, en cambio, que son hinchas de un color o una ideología política. En este análisis, desde ya, se parte de la base de hinchas desinteresados y no aquellos que acomodan su opinión de acuerdo a su conveniencia económica. Será motivo de otra nota el intrigante caso de quienes pueden vivir del club que decían amar, mientras este se desploma.

Pero, para retomar, hay quienes tan sólo participan de la vida de un club de fútbol con el objetivo de llevar, acercar, promocionar o impulsar a un partido político hacia el poder, y denostar sin argumento mayor que "es de la contra", al adversario. Curioso, por varios motivos. Primero, porque todo político ya lo sea a nivel nacional o en de un club tiene sobrados motivos para ser criticado mediante el uso de la razón y no de la pasión.

Segundo, porque resulta insólito como se han traspolado los ámbitos. Un club de fútbol es una pasión. Como toda pasión, es inexplicable. Y tiene sentido que así sea, es hermoso que lo sea. Que placer mayor que dejarse llevar por mero amor en un mundo que nos conduce permanentemente a actuar por interés. Racionalmente, hay pocos beneficios y muchos perjuicios en ser hincha. Por eso, ahí entra la pasión.

El problema se presenta cuando entra en un ámbito inadecuado. Una ideología es un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona. Palabras clave: ideas, pensamiento. Racionalidad. ¿Cómo es posible entonces que haya quienes entiendan como perjudicial a una determinada persona para un club de fútbol pero la defiendan pasionalmente por una supuesta coincidencia ideológica?

La repolitización caló tan hondo, que para muchos desterró a su principal pasión de su ámbito natural para instalar allí a la política. Incluso, en perjuicio consciente de la que otrora fuese su pasión.  

Si fulano es peronista, comunista o liberal debe conducir al club de mis amores, incluso aunque haya demostrado en reiteradas ocasiones incapacidad, desidia, desinterés, senilidad o cualquier limitante. Cabe, por supuesto, para toda ideología y más aún, para toda anti ideología.

No esta una reflexión contra la política, para nada. Tampoco contra la pasión por la política. Desde ya, se puede sentir pasión por la política y es saludable que haya quienes la sienten, como por cualquier actividad.

El conflicto se produce cuando la pasión por los colores partidarios no sólo afecta la razón, sino incluso al ámbito más propio del corazón. Cuando se defiende irracionalmente lo que debería ser absolutamente racional incluso sobre lo naturalmente pasional. Cuando se es hincha de un dirigente por encima de un escudo.