Lo que era un secreto a voces se oficializó este sábado: Haas rescindió el contrato con su piloto ruso Nikita Mazepin y con el sponsor ruso Uralkali. El dinero ruso permitió que Haas sobreviviera durante la pandemia (cierto que arrastrándose por la pista), pero Gene Haas, dueño del equipo, sigue emperrado en convertirlo en la Minardi de estos tiempos.

Pero no estamos viendo la Minardi que promovió a talentos como Fisichella y Alonso, sino la que, en sus últimos tiempos con Stoddart, contrataba cualquier piloto de pago con tal de sobrevivir hasta la siguiente carrera. Un proyecto sin futuro desde el primer minuto, que, conociendo la mentalidad exitista y plutólatra de la cultura estadounidense, espanta sponsors y limita el crecimiento de la F1 en Estados Unidos.

"El equipo Haas ha decidido terminar, con efecto inmediato, el contrato de patrocinio con Uralkali y con el piloto Nikita Mazepin. Como el resto de la comunidad de Fórmula 1, el equipo está conmocionado y entristecido con la invasión de Ucrania y deseamos un final rápido y pacífico del conflicto", comunicó Haas.

Ahora suena Pietro Fittipaldi (un descendiente no de los más talentosos de la prolífica dinastía liderada por el campeón Emerson Fittipaldi): más de lo mismo para Haas.

Michael Andretti declaró recientemente que Gene se le negó por lo menos seis veces a venderle el equipo. La pregunta cada vez más sonora es: ¿para qué?