El sufrimiento explica la euforia final. Hasta la última pelota del partido, y a pesar de que no mereció sufrir tanto, Argentina tuvo el corazón en la mano. Finalmente, derrotó por 2 a 1 a Australia con goles de Lionel Messi y Julián Álvarez y se clasificó a los cuartos de final.

El equipo que dirige Lionel Scaloni hizo un primer tiempo flojo, similar al que jugó ante México. Mucha tenencia, poca profundidad y falta de desequilibrio, ante la notoria ausencia de Ángel Di María. No padecía en defensa, pero tampoco generaba en ataque, y el correr de los minutos sin goles favorecía el planteo rival, de naturaleza destructiva.

En ese difícil contexto, apareció el de siempre. Messi, que en la primera mitad no pudo escapar al bajo nivel global pero en la segunda mostró un rendimiento totalmente superlativo, llegó al rescate. Tras un córner fallido, Alexis Mac Allister se animó a poner una pelota arriesgada que Nicolás Otamendi no pudo controlar. Dejó en corto atrás y el 10, con su olfato goleador, tiró al segundo palo y convirtió un tanto esencial.

En el complemento se dieron situaciones prácticamente espejadas para ambos equipos. Pocas cosas son más riesgosas en el fútbol que no asumir riesgos. Por no tomar peligros controlados con pases hacia adelante, el conjunto nacional se generó problemas que no pudo controlar en las salidas. Los pases hacia atrás le causaron problemas a Emiliano “Dibu” Martínez, que debió resolver apurado más de una vez.

Afortunadamente, lo mismo le sucedió al rival. En una sucesión de toques hacia atrás, el arquero Mathew Ryan quedó encerrado por dos hombres argentinos. Quiso gambetear a Rodrigo De Paul y Álvarez, especialista en la presión, se la sacó y convirtió. El 2 a 0 debió otorgar total tranquilidad, pero no fue así.

Los cambios no le hicieron bien al equipo. Scaloni rompió el esquema inicial y puso cinco defensores, pero, además, con el correr de los minutos sacó a los dos laterales titulares y también a Mac Allister, es decir, dejaron la cancha los dos defensores con mayor capacidad ofensiva y el volante que más pisa el área.

De todas formas, los Socceroos seguían sin incomodar. Pero la diferencia era corta y un descuento que llegó totalmente sin aviso generó zozobra. Criag Goodwin remató de primera desde afuera del área y la pelota se iba lejos. Pero, se desvió en Enzo Fernández y se clavó contra el segundo palo.

En la jugada inmediatamente posterior, el lateral por izquierda Aziz Behich armó una jugada maradoniana, se sacó de encima a media defensa argentina, se metió en el área y cuando, luego de eliminar a Cristian “Cuti” Romero, iba a patear, apareció Lisandro Martínez con un cruce heroico. Desde entonces hasta la última pelota del partido, el equipo de amarillo no llegó más.

La Albiceleste quedó con demasiados defensores y mediocampistas y muy pocos jugadores para atacar. Eso le generó una dependencia absoluta de Messi, que aún así hizo varias jugadas formidables y le creó no menos de tres chances netas a un errático Lautaro Martínez, que no lo pudo liquidar. Incluso, dio la sensación de que el capitán fue generoso por demás en algunas jugadas en las que pudo guardarse la pelota y culminar un gol histórico, con el afán de darle confianza a su alicaído compañero.

El resultado corto y el nerviosismo dieron lugar a una última jugada infartante. Australia, que hace mucho no llegaba, metió varios centros infructuosos hasta que uno de ellos, el último, le cayó a Garang Kuol por atrás de todos. Nicolás Tagliafico se había caído, por lo que el delantero enfrentó al “Dibu” totalmente solo. El arquero del Aston Villa salió con los brazos extendidos y cubriendo el espacio de arriba hacia abajo, como marcan los libros, y tapó una pelota fantástica.

Bajará la euforia y quedará el análisis. Argentina no jugó bien y, si bien no mereció sufrir tanto, no pudo liquidar antes un partido ante un rival con escasas herramientas. El viernes que viene, a las 16, por los cuartos de final, enfrentará a Países Bajos y, para ganarle, deberá jugar mejor de lo que lo ha hecho en toda la Copa del Mundo. Lo bueno es que en un pasado no tan lejano ha sabido hacerlo.