En la ecuación del poder que viene en la Argentina, la principal incógnita que hay que despejar se llama Daniel Scioli. El gobernador de la provincia de Buenos Aires siempre fue tratado por el kirchnerismo como el amigo no querido o como el mal menor.

Los más fieles escuderos de Cristina creen que Scioli es la gran esperanza de las corporaciones. Están convencidos de que su estilo de no confrontar casi con nadie y menos con el campo, Clarín y La Nación es una forma de traición a plazo fijo. Aseguran que Scioli aguanta todos los embates porque espera que en el 2015, la candidatura presidencial, le caiga en las manos como una fruta madura.

Vale la pena recordar que, por ahora, la única figura kirchnerista de pura cepa que tiene alta intención de voto e imagen positiva y que le da el piné para ser presidenta es Cristina Fernández que, a su vez, es la única ciudadana que no puede ser candidata. La Constitución Nacional le prohíbe una nueva reelección. Por lo tanto, aunque lo disimulen, se abre la lucha por la sucesión. Ya no está Néstor para heredar a Cristina como era el plan original.

Si el kirchnerismo se ve obligado a llevar a Scioli como candidato en el 2015 se parte en mil pedazos. Por el contrario, esa posibilidad podría articular alrededor de Scioli al peronismo histórico, a los gobernadores, a los intendentes y a los sindicalistas de distintos palos pero nunca al kirchnerismo auténtico.

La pelea histórica con Scioli empezó ahora una etapa más expuesta y más directa. Hay menos eufemismos y van más a los bifes. Por eso las cámaras de la televisión K ni lo mostraron el día del juramento de Cristina. Y no es un dato frívolo ni menor.

Tanto para Cristina como para Scioli, la imagen en la política moderna es clave a la hora de gobernar. En esto coinciden ambos. Con dos estéticas absolutamente distintas pero con una intensidad de presencia cotidiana de por lo menos dos apariciones cada 24 horas en las televisiones amigas. Cristina en inauguraciones y actos de gobierno, con discursos fuertes. Y Daniel en acción, solucionando problemas, acompañando a los que sufren o al lado de figuras del mundo del espectáculo muy populares y casi antagónicas con el kirchnerismo en lo ideológico.

Borrarlo de la pantalla el sábado fue un mensaje directo a Scioli. Sobre todo porque su rival, el que tiene la misión de ponerle límites y de respirarle la nuca como un stopper, Gabriel Mariotto fue mostrado varias veces por las pantallas que maneja Cristina. Pero no es solo un tema de imagen. Mariotto y Jose Ottavis de La Cámpora se quedaron con el manejo y la caja del Congreso de la provincia de Buenos Aires y por eso ayer ya se vieron las primeras imágenes de enfrentamiento explícto, a los palos, con heridos y todo entre los camporistas y la policía bonaerense. Scioli no tuvo otro remedio que separar a los policías uniformados pero la orden que tenían era la de no dejarse copar el acto como ocurrió en el Congreso de la Nación donde en los palcos casi no había otra militancia que no fuera la que comandan Máximo Kirchner y Juan Manuel Abal Medina.

El otro foco de conflicto permanente que hay que observar con una lupa es la seguridad. El cristinismo progre está convencido que en ese sector se expresa con mas contundencia la derecha socialista. Con el ministro Ricardo Casal y su entrega del poder a los comisarios para que mantengan la corrupción, las zonas liberadas y el gatillo fácil en la fuerza. Por eso los encargados de manejar la seguridad nacional, Horacio Verbitsky y Nilda Garré vienen apuntando a la cabeza de Casal. Scioli lo defiende a capa y espada porque sabe que en Casal está el símbolo de su propia autonomía.

La lucha es más descarnada y más temprana de lo que Scioli esperaba. Fue sorprendido y tal vez todavía no tiene un plan concreto. Pero esta claro que le queda poco espacio para hacer la plancha como venía haciendo hasta ahora. Esa chicana del peronista náutico que flotaba sin pelearse con nadie hasta llegar al puerto soñado del sillón de Rivadavia. Esta vez los misiles van directamente a su línea de flotación.

Scioli no leyó a Marx ni a Hernández Arregui y por eso muchos lo subestiman. Pero nadie que no sea inteligente llega a ser vicepresidente de la Nación y dos veces gobernador de Buenos Aires en medio de la marea K. Por ahora se mostró en actitud defensiva. Protege a los suyos y se protege a si mismo.

Hay que estar muy atentos a todo lo que pase entre Cristina y Scioli. Es una incógnita que hay que despejar. Es la madre de todas las batallas.