Moyano pateó el tablero. Su discurso fue un huracán que obliga a barajar y dar de nuevo en el mundo de las alianzas políticas y sindicales. Todavía no bajó el polvo de la explosión y hay mucho silencio y sorpresa del lado del cristinismo. Pero hay que observar con mucha atención las piezas de un rompecabezas que se van a armar de otra manera.

La presidenta de la Nación, en una semana tiró misiles contra los tres principales aliados que tuvo Néstor Kirchner en su gobierno: Clarín, Moyano y Scioli. Los pocos dirigentes que hablan con Cristina dicen que eligió esta triple confontación porque quiere renovar sus alianzas estratégicas y castigar las prácticas corruptas en la corporación mediática, sindical y política. Por eso el embate es contra Papel Prensa, la CGT y el Partido Justicialista. La presidenta está convencida de que no le debe nada a nadie y que hasta el último de los 12 millones de votos son de su propiedad.

En parte es cierto porque es largamente la figura de mayor imagen positiva de la Argentina. Pero también es cierto que en los momentos difíciles, cuando su esposo intentaba salir del infierno, se apoyó mucho en estos tres sectores que ahora ella quiere arrojar por la ventana. Está en todo su derecho.
 
Pero se nota algo de improvisación y de impericia. Si uno quiere derribar una de las columnas que sostiene su casa tiene que tener otra nueva que la reemplace porque de lo contrario corre el riesgo de que el techo se le caiga encima. Cristina tiene muy claro cuales son sus nuevos enemigos pero sus nuevos compañeros de ruta son de muy frágiles. Por orden jerárquico, Máximo, Boudou, Abal Medina, Mariotto, y los muchachos de La Cámpora, no tienen trabajo, estructura ni construcción en ningún territorio. Son dirigentes bendecidos por Cristina por su lealtad. No son premiados por la organización popular que generaron ni por su nivel de representatividad. No tienen votos propios.

El manejo de los tiempos es lo que transforma a un presidente en estadista. Tal vez Cristina se apuró y encandilada por haber entrado de la historia como la primera presidenta electa y reelecta por el voto popular, creyó que este era el momento de sepultar lo viejo y de parir lo nuevo.

A lo mejor tiene razón la presidenta. Eso lo dirán los tiempos que vienen. Hay un sector de la sociedad que mira con rechazo a la dirigencia sindical enriquecida y a los intendentes del conurbano eternizados. Sobre ese desprestigio machacará la presidenta y sus aliados. Pero también hay una cantidad de sectores dispersos que no quieren a la presidenta que vieron en Hugo Moyano al primero que se le plantó. Al que con un nivel de audacia ( y tal vez de irresponsabilidad) que Scioli no tiene por ejemplo, le dijo no al maltrato y a la ingratitud de la presidenta.

Las facturas que pasó en su discurso fueron muy claritas. La plata de las obras sociales en primer término. Pero también esa sensación de que fueron usados y tirados cuando se les reclamó la presencia de los camioneros para hacerles un contrapiquete a los del campo en Ceibas o para transportar hacienda o para poner su extraordinaria capacidad movilizadora en la calla y al servicio de la defensa del gobierno. Con un sentido común de barrio, el Momo Venegas transmitió el pensamiento de muchos dirigentes sindicales: “Si a Moyano que los bancó a muerte 8 años le pagan asi, me imagino como se van a portar con nosotros”. La pulseada política por el poder que viene después de Cristina recién comienza.

Es legítima y forma parte de las reglas del juego de cualquier democracia. Si no hay vocación por manejar el estado la política se transforma en testimonial o en una nota periodística. La única luz roja que hay que encender en el tablero es la de la violencia. Ojo con los desbordes y las patotas. Por ahora solo hubo escaramuzas, pero la historia del peronismo está tapizada de situaciones que se resolvieron a sangre y fuego. Ooooo, levanten las manos, soy soldado de Moyano, gritaban los camioneros. Yo no soy gorila, soy soldado, de Cristina, respondían los camporistas.

Que esa guerra de consignas siga en el plano simbólico de las palabras y no se convierta en guerra de soldados. Una democracia necesita competencia de ideas y proyectos y selección de los mejores cuadros. No repitamos los mismos errores. No repliquemos la locura del vale todo. Necesitamos mas militantes y menos soldados. Es responsabilidad de todos evitar que la sangre llegue a rio. Ya tuvimos demasiadas tragedias.