Acaba de estrenarse una película de los hermanos Diego y Pablo Levy que desde el mismo título –el de esta nota- toca el corazón con el dedo de la realidad.

Muestra una sedería en el barrio del Once, con los testimonios de su dueño, el “Negro” Levy (padre de los realizadores) y su equipo de vendedores. Hombres que hablan de su trabajo y de sus vidas con la profundidad espontánea de la gente sencilla.

Esta película muestra con gran belleza un costado de la vida que los guionistas argentinos se empeñan en ignorar: la mística del trabajo, sus regocijos y recompensas, sus ráfagas de filosofía cotidiana. Las ficciones locales no consiguen avanzar más allá de lo que “sienten” los personajes –es lo único de lo que se habla- y nunca de lo que hacen. Mucho menos de lo que saben. En las empresas sólo se ven muchachas de taco alto que portan carpetas de cartulina, y cuando hablan los ejecutivos sólo aluden vagamente a “las acciones “.

Si los guionistas conocieran la riqueza dramática que hay de verdad en los lugares de trabajo, sus productos ganarían en solvencia e interés. “Novias, madrinas, quince años” es una perfecta demostración. La película participó el año pasado con excelente fortuna en el BAFICI (Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires) y ahora se proyecta en el Gaumont.

https://www.youtube.com/watch?v=U-XAqa5Ks3A