DURBAN, Sudáfrica.- Era el marco ideal. La única sede con temperatura de verano en esta Copa del Mundo disputada en invierno. El equipo más ganador del planeta contra el jugador más popular, en especial con el sexo femenino.

El estadio Moses Madhiba recibió a 62 mil 712 aficionados listos para una fiesta, sólo 48 menos de su capacidad oficial, para la mejor entrada (en términos proporcionales) en lo que va de la Copa del Mundo. El partido lo ameritaba, al menos en la teoría, y la tribuna respondió con creces.

Portugueses y brasileños llegaron por miles con su color característico y lo mejor de su repertorio para animar a su equipo. Aparecieron los disfraces, las mujeres bellas –muchas gracias–, las mantas, la samba, más mujeres bellas y hasta los perros futbolistas haciendo malabares con el balón a unos metros de la puerta.

Y no eran los únicos invitados a la fiesta. También estaban ahí los fans locales con todo y vuvuzelas, los mexicanos con su sombrero, los españoles con el nervio de no saber aún qué les depara el destino, argentinos, alemanes, japoneses y un francés que, poniendo mala cara al desastre de Les Bleus, portaba una camiseta con la leyenda "I'm just here to party". No me olvido, por supuesto, de Rodrigo y sus hermanos, cuatro chicos de Colombia que apoyaban a Portugal.

El espectáculo en el césped no correspondió a la fiesta, tristemente, pero eso poco importa. A final de cuentas, esto es Durban, así que lugares y pretextos no faltan a este público, lo mejor del partido, para recuperar la alegría con la que llegó.

Por Luis Herrera