El retraso en los lanzamientos es moneda corriente en el periodismo de videojuegos. Los mismos muchas veces resultan favorables para los tiempos de desarrollo, en una industria con no pocas denuncias de explotación laboral. En otras, resultan fatídicas para el título; el conocido “development hell” o infierno de desarrollo del que nunca salen. Pero son extraños los aplazos por situaciones externas al medio o condicionados por la agenda setting.

Tal es el caso Advance Wars 1+2: Re-Boot Camp, videojuego de guerra cuyo lanzamiento estaba pautado para el 8 de abril de este año y que fue pospuesto por el contexto global. "Debido a la reciente situación internacional, hemos decidido retrasar la fecha de lanzamiento de Advance Wars 1+2: Re-Boot Camp para Nintendo Switch, originalmente prevista para el 8 de abril. La nueva fecha de lanzamiento será comunicada en el futuro", aclaró en la cuenta oficial de España la histórica empresa de consolas.

El juego hereda el título “Advance” luego del paso de su edición por la consola homónima Game Boy Advance (GBA), pero la franquicia tiene origen en los tiempos de la Famicom del 82’, que de este lado conocimos híbrida y pirata como la family. En sus días, conocido como Famicom Wars.

El Advance Wars original, título del que toma nombre esta reedición, fue retirado de las tiendas estadounidenses al haber sido lanzado el 10 de septiembre del 2001, tan solo un día antes del famoso atentado del 11S. En aquella ocasión desarrollada por Intelligent Systems, desarrolladora interna de Nintendo, esta vez en manos de WayForward, de esas desarrolladoras que ofician de embajada entre el mercado nipón y el estadounidense.

El juego en casi todas sus entregas, tal como en esta, es de estrategia por turnos sobre una orografía ficticia dividida como tablero de ajedrez. Sus ejércitos son menos ficticios, aunque no hagan referencias directas. Sus coloridos uniformes representan estereotipos dignos de los originales Power Rangers.

El ejército avatar, es decir el que se gestiona en primera persona, es el “Orange Star”, que no supera el test de daltonismo porque fue renombrado fuera de Japón, ya que representaba un ejército de estrella roja, irónicamente con armamento y dialéctica discursiva del ejército estadounidense.

También hay un ejército azul de invierno comandado por un barbudo vestido con un ushanka, el tradicional sombrero ruso, uno verde con uniformes símiles al Wehrmacht alemán y uno amarillo en representación de Japón. Y para evitar confusiones el ejército negro, con armamento estadounidense, vienen de otro planeta. Satíricamente o no, Estados Unidos contra un ejército armado por ellos mismos o por conveniencia de espacio en el cartucho de GBA.

No son pocos los juegos y franquicias sobre conflagraciones. En distintos géneros, disparos en primera o tercera persona (FPS), estrategia en tiempo real (RTS), por turnos (TBS), tower defense, etc.  y con diversas calificaciones de edad. Advance Wars™ tiene una calificación de E (+10). Pero estas categorías solo aplican para identificar interfaces, géneros y estilo, ordenar títulos en una ludoteca.

Los videojuegos de guerra tienen narrativas en ocasiones reflexivas como algunos títulos de Hideo Kojima o denuncias como el uso de fósforo blanco contra civiles en Spec Ops: The Line y en otras un divertimento entre amigos sin gran profundidad como la franquicia, secuela del Half-Life, jugada en cada ciber del país, el Counter Strike.

Antibelicistas o no, los gatillos del joystick funcionan para disparar como para patear penales si se desea. Las distribuidoras y localizadoras median anuncios y lanzamientos entre usuarios/consumidores (gamers) y accionistas de empresas cada vez más masivas.
Aún resuena el caso “Nada de ruso”, una misión muy particular en Modern Warfare 2, franquicia que anunció hace pocos días desembarcará en la consola de Nintendo para llenar huecos entre nuevos títulos. 

Fuera de retrasos planificados por relaciones públicas, o casos de doble vara por políticas de la empresa, se encuentran juegos como Six Days in Fallujah. Un “shooter”, esta vez sí, que no plantea un escenario ficticio: por el contrario cubre lo sucedido en la invasión a Irak que es relatado, por ejemplo, en el documental “Faluya: La masacre escondida”, llamado así por la cantidad de civiles involucrados. El juego fue denunciado como “simulador de matar árabes”, pero su retraso se debe a tiempos de desarrollo y búsqueda de realismo con marines ex combatientes.

A días de cumplirse 40 años de la guerra por Malvinas ¿Qué lugar ocupa la guerra en nuestros consumos culturales? ¿hacia dónde apuntaría la P-90 o AK-47 intermediada por un joystick?
¿Habría caras de jujeños o estacados en los campamentos?
¿Alcanza el sello ™ (marca comercial) de un título para subsanar la brecha ficcional?
¿O pasará de moda el Golfo como todo viste vos?