En la inauguración de la Feria del Libro, se produjo un duro cruce entre dos altos funcionarios de la Ciudad y la Nación. El ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, “reclamó libros en todos los idiomas”, en referencia a las medidas proteccionistas tomadas por el Gobierno nacional. “Ningún troglodita puede decirnos lo que se puede o no leer”, adujo. El jefe de la cartera de Educación de la Nación respondió: “No hay un solo libro que esté parado en la Aduana”.

“No es lo mismo importar libros que perfumes”, planteó Lombardi por Continental. “Entorpecer la libre circulación de los libros es entorpecer las ideas. Son los lectores, las víctimas”, argumentó en Magdalena Tempranísimo. Y consideró “un insulto” que los libros que estuvieron parados en la Aduana lo hayan sido “porque estaban impresos con tinta con alto contenido en plomo.

Sileoni le objetó que “hay un 30 por ciento más expositores” en la Feria de este año, lo que “no parece” indicar que “falte la libertad. No hay un solo libro que esté parado en la Aduana. Las restricciones sólo son una manera de defender el trabajo de nuestros compatriotas. Los que creían que importar libros o acero es lo mismo, hoy dirigen la Ciudad de Buenos Aires”, chicaneó Sileoni.

Ambos recibieron mezcla de aplausos y abucheos, en otro comienzo caliente de la Feria del Libro, tras las polémicas mediáticas del año pasado por la presentación del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.