El partido que más prometía de los octavos de final de la Copa Libertadores, no cumplió en absoluto. Ambos equipos jugaron muy por debajo de sus posibilidades y entregaron un pobre encuentro. Boca y Atlético Mineiro igualaron 0 a 0 en La Bombonera.

El local fue un poco más, pero no lo suficiente como para justificar un triunfo. El conjunto brasileño tuvo un muy tibio dominio de la pelota en los primeros minutos. Nacho Fernández y Hulk lograron asociarse de manera fluida, pero en ningún momento generaron desequilibrio real y esos primeros 15 minutos de superioridad del equipo de Cuca se diluyeron sin más.

Boca fue de menor a mayor, aunque tampoco hizo demasiado. No construyó juego colectivo, fue lento y predecible. Pero al menos, pasados los primeros instantes se hizo de la pelota y a partir de lo que generó Cristian Pavón se arrimó un poco más. Dentro de un primer tiempo anodino, los intentos del Xeneize incomodaron más al visitante que viceversa.

A los 30, Boca tuvo la oportunidad de ponerse en ventaja. Marcelo Weigandt armó una jugada muy interesante con varios enganches por la derecha y tiró el centro. Norberto Briasco desplazó muy levemente a Nathan Silva, cabeceó hacia arriba y el “Pulpo” González le ganó con una facilidad absolutamente asombrosa a Réver, marcador central que le lleva 12 centímetros.

Lo desacomodó con el cuerpo y cabeceó con sencillez. La acción generó una insólita y desmedida polémica. Los jugadores del Mineiro enloquecieron al árbitro colombiano Andrés Rojas, quien después de un rato largo fue a ver la jugada en el VAR, observó en cámara lenta el breve y suave contacto de Briasco con la espalda del defensor e insólitamente anuló el tanto. El gol era absolutamente lícito.

En la segunda mitad, quedó claro que el bajo nivel del partido no tuvo un fundamento actitudinal ni especulativo. El equipo de Miguel Ángel Russo salió con mayor determinación para presionar en ataque e intentar forzar un error rival. Pero le faltó fútbol: los extremos crearon por afuera pero no encontraron un centro delantero, porque Briasco no lo es.

A su vez, el ex Huracán, que para no haber jugado en su puesto no hizo un mal partido, no tiene la capacidad de conectar líneas y mucho menos de hacerlo y llegar posteriormente al área.

En el medio se notó claramente la ausencia de un generador de fútbol. Rolón tiene buen pase seguro, pero no rompe líneas y Cristian Medina y el “Pulpo” González pueden llegar por sorpresa, pero difícilmente elaboren juego.

De todos modos, dentro de las virtudes del equipo estuvo la de minimizar a la mínima expresión a quien a priori era uno de los grandes candidatos en el torneo. El Mineiro jugó definitivamente su peor partido en la Copa. Fue endeble en defensa y careció totalmente de explosión ofensiva. No mostró mayor idea de juego que pelotazos a Hulk, que por abajo se las ingenió para molestar pero por arriba perdió todas.

Boca fue superior al equipo brasileño. Pero fue una superioridad tan leve, que no implicó un mérito para ganar el partido, más allá de que lo hubiese hecho si no le anulaban de manera incorrecta un gol. Dentro de los aspectos positivos, no recibió goles en condición de local, por lo que cualquier empate con goles en el Mineirão lo depositará en la próxima instancia.