El pasaje de la Selección Argentina tuvo un halo de épica que debe servir para la narrativa interna del grupo. La construcción de los equipos se cimenta en episodios determinantes, en los cuales la moneda cae hacia uno u otro lado en una situación de extrema tensión. El conjunto nacional igualó 1 a 1 ante Colombia, pero se impuso 3 a 2 por penales, con una actuación gigante de Emiliano Martínez, y jugará la final.

Otra vez el equipo albiceleste tuvo un arranque arrollador. En la primera pelota que tocó Lionel Messi, armó una jugada asombrosa y deslumbrante, se sacó tres rivales de encima, le tiró un centro a Lautaro Martínez y el del Inter, de cabeza, le dio buena orientación. La pelota se le fue cerca.

Y en la siguiente, con una elaboración muy similar, el toque magistral lo dio Giovani Lo Celso. El del Tottenham le puso un pase filtrado imposible a Messi, que luchó, estuvo cerca de perderla pero la recuperó y asistió hacia atrás a Martínez. Nuevamente, el ex Racing definió, a un lugar similar, pero en este caso el remate con su pie derecho fue adentro y la Selección se puso en ventaja.

Colombia salió con una idea clara: la presión alta. En las que pudo recuperar en la primera línea defensiva, es decir en zona de ataque, preocupó. Las veces que Argentina consiguió pasar esa primera línea se encontró con muchos espacios, pero de todos modos el riesgo en cada acción de ese tipo fue grande. Desde el gol, con mucho más terreno y definitivamente con la pelota, generó daño, aunque le faltó tomar mejores decisiones en los últimos metros para lastimar más.

El conjunto de Lionel Scaloni se retrasó, como siempre, pero mucho antes que en otros partidos. A diferencia de otros encuentros, hubo una mayor influencia de la jerarquía de algunos jugadores rivales en la postura argentina. No se retrasó por propia voluntad y a partir de allí surgieron las complicaciones, por el contrario, buscó refugio ante algunos arrestos de Juan Cuadrado, De Luis Díaz o de Duván Zapata que le hicieron pasar malos momentos.

A los 36, la selección cafetera tuvo dos consecutivas muy concretas. La primera, un remate de afuera de Wilmar Barrios que se desvió en Lo Celso y pegó en el palo. La segunda, a partir de un tiro de esquina, con un cabezazo de Yerry Mina, un especialista en la materia, que pegó en el travesaño.

Lo poco que hizo Argentina en ataque tras su gol, fue a partir de lo que generó Messi. El 10 fue inconstante en cuanto a su participación en el primer tiempo, pero cada vez que intervino generó un desastre en la defensa rival.

Sobre el cierre del primer tiempo, tras un gran córner del hombre del Barcelona, Nicolás González lo tuvo de cabeza. David Ospina se la encontró, a tal punto que casi no pudo responder, sino que la pelota le rebotó y salió.

En la segunda mitad, la Argentina continuó muy refugiada y Colombia siguió creando buen fútbol hasta empatar el partido. Los cambios le dieron al equipo de Rueda mucha más profundidad y las primeras modificaciones que realizó Scaloni, lejos de refrescar, hicieron que las falencias del equipo se vuelvan más pronunciadas.

Luis Díaz, que había complicado a Nahuel Molina en el primer tiempo, directamente enloqueció a Gonzalo Montiel, quien ingresó en la segunda mitad. Si bien el del Udinese había estado más incómodo que nunca, el de River no lo pudo contener ni en una sola jugada al mejor del partido. Además, el ingreso de Leandro Paredes por Lo Celso le quitó la salida a la Argentina.

En cambio, en Colombia, todos los que entraron lo hicieron bien. Frank Fabra fue una opción mucho más interesante que William Tesillo en ataque y Edwin Cardona fue fundamental en el cambio del resultado. Con un fabuloso pase largo ubicó a Díaz, que le ganó la espalda con facilidad a Montiel y definió brillantemente ante la salida de Emiliano Martínez.

Al equipo nacional le costó reaccionar. Algunas piernas pesadas parecían no tener respuesta. La poca rebeldía que tuvo el equipo en la segunda mitad la aportó el ingreso de Ángel Di María, que, aunque un tanto atolondrado, fue quien tomó la pelota y empezó a encarar rivales en un contexto en el que sus compañeros estaban estáticos.

Fue el propio “Fideo” el que encabezó el ataque más claro del conjunto nacional en el segundo tiempo. Un error de Daniel Muñoz hizo que el hombre del PSG se vaya con carrera franca hacia el arco. Ospina salió lejos y Di María lo dejó en el camino para luego asistir a Lautaro Martínez que estaba solo y en una posición inmejorable para definir: solo tenía que lograr vencer la resistencia de Barrios, parado en la línea de meta. Pero realizó un tiro suave y al medio, exactamente a la posición en la que estaba el ex Boca.

En un encuentro que ya era frenético y cargado de nervios, Argentina tuvo una oportunidad más de llevarse la clasificación en los 90 minutos. Otra vez Di María, que definitivamente tiene su lugar como recambio en los segundos tiempos, armó una jugada bárbara con taco y enganche incluidos, y habilitó a Messi. El capitán definió fuerte y recto, pero la pelota dio en el palo.

La tanda de penales auguraba un final complejo. Pero Argentina tiene un arquero descomunal. Un jugador que bajo los tres palos está entre los tres mejores del mundo, que encima tiene barrio y aura y obliga a replantearse la necesidad permanente de algunos de ubicar a jugadores River o Boca en la Selección.

“Dibu” Martínez atajó tres penales, en una demostración notable de intuición, fuerza de piernas, y, por qué no, capacidad para mantener la calma y exasperar a los rivales.

Inclusive, al taparle sus remates a Davinson Sánchez, Mina y Cardona, consiguió que el fallo de Rodrigo De Paul pase desapercibido.

Cuando baje la efervescencia del heroísmo deportivo de Martínez, Scaloni deberá replantearse seriamente algunas cuestiones. La sesión deliberada de protagonismo lo puso al borde de la eliminación en esta semifinal. Mucho habrá que hacer para evitar esa reacción impulsiva, al menos por tanto tiempo, en la final del próximo sábado ante Brasil en el Maracaná.