"En Londres 2012 tendré mucho que ganar y nada que perder porque soy un desconocido", dijo hoy a Efe el competidor, con un registro de 8,22 metros el pasado 21 de abril, el sexto mejor del mundo en la temporada 2012.

Rivera ha sido la revelación del deporte mexicano en las últimas semanas. En Walnut, Estados Unidos, se estiró hasta 8.37 metros, el mejor salto del año, pero los organizadores revisaron la medición y minutos más tarde le bajaron la marca a 8.22.

"Sé que tengo el nivel para rondar los 8.40 y si trabajo como se debe, será cuestión de tiempo, pero no me quiero distraer con el futuro porque necesito erradicar mis defectos y eso debo hacerlo hoy", explica.

Según su entrenador, Francisco Olivares, el mexicano posee el talento necesario para llegar lejos, sin embargo aún debe mejorar su carrera de impulso y el aterrizaje, fase en la que desvía las piernas, lo cual le resta centímetros a su vuelo.

"Son mis dos pendientes y si los liquido, voy a mejorar mucho", acepta el atleta, a punto de cumplir 25 años.

Si bien la marca lograda en abril mantiene al mexicano en un estado de gracia porque con eso será invitado a las grandes reuniones internacionales, el chico no se ha dormido y lleva registros de ocho metros o más en sus últimas seis competencias, una forma de demostrar que no se salta 8.22 por casualidad.

"Esa estabilidad me hace pensar que voy por muy buen camino, confío en que la adrenalina de competir en unos Juegos Olímpicos me permitirá demostrar que tengo un buen salto y colocarme por lo menos en la final", dice.

Antes de Londres 2012, Rivera se presentará en la alta sociedad de los saltadores de longitud el próximo 6 de julio en la parada de París de la Liga de Diamante, en la que volverá a aparecer el 13 de julio, en Londres, y el 20, en Mónaco, para luego concentrarse en los detalles para los Juegos Olímpicos.

"Soy un joven con hambre de triunfo y sobre todo no tengo presión", dice el deportista que se entrena en Monterrey y este fin de semana ganó el Campeonato Nacional de México con 8.00 metros en el Estadio Olímpico de la capital, escenario donde el estadounidense Bob Beamon hizo en 1968 el llamado salto del siglo XX, con 8.90.

Rivera apenas se acostumbra a las entrevistas y todavía no es perseguido por los cazadores de autógrafos, lo cual interpreta como una ventaja porque puede disfrutar de la intimidad necesaria para adaptarse a la idea de ser uno de los mejores del mundo.

Con su registro de 8.22 hubiera ganado la medalla de bronce en los pasados Juegos Olímpicos de Pekín 2008, sin embargo el mexicano prefiere no filosofar sobre sus posibilidades en Londres porque más que a los grandes deberá superarse a sí mismo.

"Voy sobre mis defectos, mientras más pronto desaparezcan, más real será la posibilidad de saltar 8.40 metros o más", dice con la seguridad de quien supone conocer dónde se esconde el tesoro de la inmortalidad olímpica y sólo necesite ir a buscarlo.