Las víctimas eran usuarios de una red de citas donde las damas se exponen especialmente ligeras de ropas. El victimario estaba alojado en una dependencia penitenciaria en Florencio Varela y contaba con la colaboración de cómplices en el exterior de la prisión.

Los perfiles con los que las víctimas se contactaban ean falsos, creados por la propia banda, una vez que se relacionaban digitalmente, intercambiaban los whatsapp y por ahí seguía la charla. El modus operandi de los ciberdelincuentes era de ese modo, recolectar los datos de la víctima. 

Luego, el preso, se contaba haciéndose pasar por policía o por funcionario judicial, le decía a la víctima que había estado en contacto con una menor que era víctima de trata de personas y que iba a tener que presentar las pruebas en la causa a menos que pagará determinada suma de dinero.

Se estima que de modo, la banda se hizo de unos 2 millones y medio de pesos. Las víctimas, después de varias extorsiones, decidieron denunciar ellos la situación y fue la justicia quien intervino los teléfonos y terminó allanando el propio penal y desbaratando a la banda de extorsionadores.