Todos, en mayor o menor medida, a conciencia o sin saberlo, lo usamos y lo entendemos. Pero ¿qué es en realidad ese fenómeno inmanente y entrañable de la realidad lingüística de los argentinos que denominamos lunfardo? ¿Es un dialecto, una jerga, un lenguaje, un repertorio léxico? ¿Es un vocabulario de marginales y de delincuentes? ¿El habla de las clases populares, de los porteños, de todos los argentinos? ¿Es una deformación del español, una forma de resistencia utilizada en oposición a la lengua estándar? ¿O simplemente es un juego lingüístico? ¿Es un resabio cristalizado del pasado, un lastre agonizante de otras épocas, o una expresión contemporánea, viva, en constante enriquecimiento?

Para responder a estas y otras preguntas, Oscar Conde ha dividido su ensayo en tres partes: la primera, de naturaleza histórica, la segunda linguísitca y la tercera la productividad del lunfardo en los géneros populares.