Máximo Kirchner cumplió a rajatabla su semana de internación, luego de haber sido operado por una artritis séptica en su rodilla derecha el lunes pasado. De ahora en adelante el hijo de la Presidente seguirá el tratamiento durante una semana más con antibióticos endovenosos y se irá a la quinta de Olivos con un catéter. Tiene dos puntos en la rodilla hechos en una microinsición, aunque apenas son perceptibles.

Por su parte, las fuentes consultadas coincidieron en destacar que Máximo Kirchner se manejó como una persona más dentro del mencionado centro de salud, sin caprichos ni pedidos excéntricos.

El hijo de la Presidente tuvo primero una gripe con compromiso en sus vías respiratorias hace 15 días, lo cual podría haber generado la infección en la rodilla, y en el medio sufrió una diverticulitis. Y además, como herencia de su padre, padece colon irritable. Esta mezcla de complicaciones, según sostienen en la Casa Rosada, fue lo que alarmó a su madre y la obligó a ir a buscar a su hijo de urgencia el lunes pasado a la madrugada.

En la clínica no hubo un gran despliegue de seguridad, sólo dos custodios en la puerta de la habitación y otro más en la entrada del sanatorio. Pero a diferencia de la internación de Cristina Kirchner, cuando una puerta de blindex aislaba el ala del piso que ocupó ella, en los cuartos contiguos al de Máximo no se restringió el ingreso.

Al irse, Cristina Kirchner dejó a cargo del cuidado de su hijo al jefe de la Unidad Médica Presidencial, Luis Buonomo, y a su segundo, Marcelo Ballesteros. Ambos siempre van en el Tango 01 con la Presidente, pero esta vez no viajaron con ella a México para la cumbre del G-20, ya que se quedaron en el país con Máximo, según lo publicado por un matutino porteño.