Subir a la punta del Obelisco era un desafío, sobre todo, para los brazos de las 75 personas (una por cada uno de los años que cumplió el monumento la semana pasada) que ayer a la mañana emprendieron la hazaña. Ahí estaba la escalerita de metal, vertical sobre los muros, bien empinada hacia arriba o hacia abajo, según desde donde se la mirara. Pero no importaba. Hubo 75 seleccionados, 75 valientes, que llegaron allá arriba con la seguridad de arneses y mosquetones para la aventura.

La convocatoria se lanzó por Twitter y Facebook y más de dos mil candidatos mandaron la solicitud al Ministerio de Ambiente y Espacio Público, organizador de la movida. Para subir los 67,5 metros, los 206 escalones de una escalera recta hacia la cima, se hizo una selección acorde al estado físico y la condición médica de los inscriptos. Todo, claro, ante escribano público.

El ascenso al monumento, inaugurado el 23 de mayo de 1936, se produjo desde las diez de la mañana en grupos de seis personas, cada diez metros, con casco, guantes, arnés y sujetos a una soga para garantizar su seguridad. Durante la subida hubo ocho descansos con personal para asistir a los “escaladores”. Además, el ministro del área, Diego Santilli, le otorgó un certificado a cada uno de los participantes del evento, más la foto de rigor. Entre las recomendaciones, se aconsejó ir con ropa cómoda y zapatillas, además de bien desayunados. El clima acompañó, aunque un poco fresco y con algunas nubes.

Cerca de las 11 bajó el primer participante y cuatro horas después bajó el último. “Quedaron en la historia”, tiró Santilli ante los valientes y familiares que acompañaron con las cámaras de foto. A pesar del esfuerzo físico, todos coincidieron en que el cansancio se compensó con la imponente y única vista.

“Subir al Obelisco es un sueño. Por eso armamos este evento y la respuesta de la gente fue espectacular, con historias emocionantes. Estamos muy contentos por cómo salió todo y estoy seguro que de este día, los 75 que subieron no se lo olvidan nunca más”, señaló Santilli. “La verdad que no se puede describir. Es un sueño hecho realidad”, dijo Ricardo, el primero en bajar.