El proceso para reestructurar la seguridad en espectáculos futbolísticos iniciado el 9 de marzo de 2011 con el nombramiento de Juan Carlos Blanco volvió ahora a fojas cero tras el desplazamiento de éste y el nombramiento en su lugar de Eduardo Villalba, quien le devolverá el máximo poder organizacional y de control a la Policía Federal.

La medida es, cuanto menos, cuestionable: la seguridad en el fútbol estuvo en manos de la mencionada fuerza hasta la llegada de Blanco, nombrado por la ministra de Seguridad, Nilda Garré, y la creación del Ucpvef (Unidad de Coordinación y Prevención de la Violencia en Espectáculos Futbolísticos), cuando se decidió quitarle a la Federal el poder sobre los operativos para dejarlo en manos de la justicia civil.

Se buscó con la disposición cortar con los negociados entre policías y barras los días de partido como la repartición de lo recaudado por los violentos en los estacionamientos, la venta de merchandising y otras yerbas. Asimismo, proyecto de Blanco mediante, la aplicación del derecho de admisión tomó fuerza propia y los clubes se vieron obligados a blanquear la lista de barras con prontuario para evitar que ingresaran a los estadios, lo que antes, con la Federal, no ocurría.

Ahora, con Villalba, la Federal vuelve a tener el poder sobre los operativos en cuanto a organización, aplicación y control: los antecedentes no son positivos. Lo hecho hasta hoy en materia de seguridad, sin embargo, mostró que con decisión, puede cercarse a los violentos. Quedará en la nueva plana mayor de la seguridad en el fútbol transitar por el camino trazado o volver sobre sus pasos y darle vía libre (otra vez), a quienes hacen negocios ilícitos en este ámbito.