En aquella época se pintaban paredes. Y la cartelería de vía pública no estaba institucionalizada. Los jóvenes de los partidos políticos salían a pintar y a pegar carteles en las paredes. Corría el año 1983 y casi siempre, un rodado modelo Falcón sin patente, se estacionaba detrás de los militantes. Era, ciertamente, atemorizante, aunque el espíritu de los tiempos y la inconsciencia de la juventud, hacía que se sintiese cierto placer en el desafío.

Las últimas evidencias de desapariciones forzadas se tenían del día de la marcha de Multipartidaria y la CGT, en marzo de 1982. Raúl Alfonsín podía ganar, pero también podían ganar los que querían mantener la vigencia de la Ley de Autoamnistía dictada por el usuapador Reynaldo Bignone. Y los pintores urbanos, la hubiesen pasado realmente mal. 

Los gobiernos constitucionales duraban un promedio de tres años en nuestro país, desde 1955. Arturo Frondizi, Arturo Illia, Juan Peron y Estela Martínez. Tres años. El 30 de octubre de 1983, el viejo caudillo radical prometió 100 años de democracia. Era difícil creerle, no por él, por las circunstancias.

Porque además, revolucionó a la sociedad, impulsó el país hacia el futuro en materia de derechos humanos, derechos de las mujeres, división de poderes. Alfonsín y quienes lo seguían, sentaron las bases de la democracia moderna en el subcontinente.

El innegable estadista, asumió rodeado de dictaduras. Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, todas dictaduras. Todos ellos salieron de los años oscuros con el impulso de la democracia argentina, aunque ninguno, juzgó a los dictadores, como se hizo en el gobierno de Alfonsín. 

Se vivió por entonces, la época de mayor calidad democrática de nuestra historia. La mas absoluta libertad de expresión y prensa, la mayor independencia de poderes, la mas grande sujeción del poder político a la ley.

Alfonsín tomó a un país de la mano, y entre terribles acechanzas, estremecedores peligros y profundos dolores heredados, lo sacó de la ciénaga de la tortura y la muerte, y lo condujo al período mas extenso de vigencia institucional de la historia. Entregó el mando a otro presidente constitucional de distinto signo político por primera vez desde 1916.

El caudillo radical fundó la democracia del Siglo XXI y 39 años después, su promesa de 100 años de institucionalidad le parece a las generaciones que no sintieron a los falcons verdes en la nuca, una obviedad. Eso indica que Alfonsín triunfó en su gesta liberadora.