Es un film, no mucho mas. Pero es importante, porque pone sobre el tapete una parte de la historia, que muchos argentinos ignoran por una simple cuestión biológica. No estuvieron ahí y esa historia (no solamente la de la película sino toda la que la rodeó) esta poco contada, mal contada, fue víctima de una suerte de revisionismo de hecho, que la sepultó tras la hiperinflación de 1989.

Quienes pudieron oportunamente reivindicarla no lo hicieron, y si lo intentaron, sus voces fueron poco escuchadas, producto de que la memoria siempre está sometida al padecimiento o el éxito económico de los ciudadanos. 

El Juicio a las Juntas fue un hecho histórico y único en todo el planeta. No solo por el anecdotario de Julio Strassera. Fue el único caso en que los genocidas fueron puestos a proceso en estado de derecho, frente a sus jueces naturales y no un tribunal ad hoc de vencedores juzgando a vencidos, con todas las garantías del debido proceso.

Pero también fue histórica la creación de la CONADEP y su trabajo. El presidente Raúl Alfonsín llegó con ideas realmente revolucionarias para la época. Hay demasiadas cosas sepultadas bajo la hiperinflación.

El viejo líder radical llegó al gobierno prometiendo sancionar la ley de divorcio vincular y la patria potestad compartida. En aquellos tiempos, quien se divorciaba no podía volver a casarse. El movimiento clásico de quienes  deseaban rehacer su vida, era casarse “vía México o Paraguay” como decía el tema de Sueter. Los padres detentaban la patria potestad sobre sus hijos, y las madres eran simples “criadoras de niños” ignoradas por el derecho.

Esa legislación le costó a Alfonsín la saña de la Iglesia Católica contra su gobierno, una Iglesia muy vinculada al poder militar, por entonces, totalmente vigente y amenazante. Desde ese gobierno, las madres compartieron con los padres derechos sobre los hijos. Fue el primer logro feminista de la nueva democracia, y acto de estricta justicia.

Previo al Juicio a las Juntas, Alfonsín preparó el terreno como un orfebre legislativo: derogó la ley de autoamnistía del gobierno de Reinaldo Bignone, modificó el Código de Justicia Militar, para que los genocidas no pudiesen juzgarse a si mismos, e impulsó el juicio en los tribunales civiles con un decreto del poder Ejecutivo. Previo a ello, la CONADEP, también creada por decreto, había recolectado muchas de las pruebas y testimonios que se usaron en el proceso.

En el gobierno de Alfonsín, se creó mediante una ley impulsada por Abuelas de Plaza de Mayo, el Banco de Datos Genéticos, que permitió durante décadas y hasta hoy mismo, la identificación de cientos de bebés nacidos en cautiverio clandestino durante la dictadura.

En la gestión de dicho presidente, se realizó la última reforma a las currículas educativas de importancia en la Argentina. Y se hizo con el máximo de democracia posible. El Congreso Pedagógico Nacional reunió en todo el país a docentes, padres y alumnos para discutir las reformas, un esfuerzo y un trabajo extraordinario, también único en el mundo.

Alfonsín fue el impulsor del Mercosur. Su presidencia democrática tuvo la desventaja de iniciarse, rodeada de dictaduras, todos los países limítrofes todavía estaban con gobiernos usuarpadores. Pero cuando se inicio la recuperación democrática en dichos países vecinos, el líder radical inicio el proceso de integración y propició la unión aduanera que todavía, es la base de las exportaciones de nuestro país.

El gobierno de aquel entonces, concluyó un diferendo limítrofe con Chile, que pudo llevarnos a la guerra en mas de una ocasión, especialmente cuando de ambos lados de la Cordillera, regían gobiernos autocráticos. Y convalidó el Acuardo de Paz y Amistad con Chile, con más democracia: llamó una consulta popular para que fuese el pueblo quien acepte el concordato.

El presidente Alfonsín llevó adelante el Plan Alimentario Nacional (PAN) que buscó cubrir las necesidades de la población que había caído en la pobreza fruto de las políticas económicas de la dictadura. Muchos argentinos comieron por años, con el auxilio de las “cajas PAN”.

Respecto al gobierno militar y su juzgamiento, Alfonsín fue criticado por las leyes de obediencia debida y punto final que limitaron el juzgamiento de los mandos inferiores del genocidio. Pero debe considerase hoy, con la distancia histórica adecuada, que esas normas  fueron parte del propio discurso de campaña del candidato, siempre especificó con presición que era lo que pensaba hacer al respecto. Lo cual de todos modos parecía una enormidad, en comparación con sus contendiente electorales del '83, que pretendian mantener la vigencia de la ley de autoamnistía.

Fue un tiempo de héroes. Strassera fue uno de ellos, como Favaloro y Ernesto Sábato, como Antonio Cafiero, como León Arslanián y Ricardo Gil Lavedra, como el gestor de todo, Raúl Alfonsín.

El gobierno del líder radical padeció 13 paros nacionales, y mas de 5 mil paros sectoriales, dos alzamientos militares contra la democracia, y el copamiento de un cuartel por un grupo terrorista. En ese esquema, Alfonsín prometió 100 años de democracia. Vamos a cumplir 40 el año que viene, la promesa mas ambiciosa, va a cumplirse.