Podría decirse. que el que se encuentra transcurriendo, es el tercer gobierno de coalición de nuestra historia. El primero, fue el de la Alianza, encabezado por Fernando De la Rúa, y, como todos sabemos, terminó dos años antes de tiempo. Su crisis, fue justamente interna, desde allí se desmornó el castillo de naipes que terminó con la caída.

Pero, es posible que toda primera experiencia fracase, que en realidad el único fin de esa coalición era ganarle al peronismo y que, el candidato que se seleccionó para gobernar, fue débil y errático.

El segundo fue Cambiemos. Es posible que ab initio, haya sido construído con el solo fin de derrotar al peronismo, pero el mecanismo de las PASO para seleccionar candidatos ayudó, la gestión tuvo una primera mitad exitosa y una segunda fallida, y sin embargo, volvió a ir unida, cuatro años después buscando la reelección de Mauricio Macri, y si bien perdió, superó el 40% de los sufragios. Hoy, siguen juntos, y buscan nuevamente el poder.

Durante el gobierno, los tironeos internos entre los miembros de la coalición fueron intensos, los radicales muchas veces pusieron en jaque al presidente. Pero el mismo pudo sostenerse, conformar medianamente a sus aliados y la conclusión fue la ya descripta. Podría entenderse, en términos políticos, un mediano éxito.

El Frente de Todos, es el primer gobierno de coalición de esencia peronista. Y es la primera experiencia en que, los sectores que la integraron, eligieron al espacio más débil de los tres, en términos de volúmen de votos propios, el albertismo, para gobernar, por cuestiones estratégico-electorales. Y el resultado pinta paupérrimo.

La inflexibilidad del sistema presidencialista para resolver crisis de legitimidad de los titulares del Ejecutivo, es un obstáculo que parece insalvable para los gobiernos de coalición, pero a la vez, aparenta no haber salida, porque ya nadie gana solo. No hay líderes que concentren las simpatías suficientes, hubo un cambio de época en materia de liderazgos.

Para peor, sistémicamente, el peronismo es tan hiperpesonalista como el sistema es hiperpresidencialista. Por ende, el problema sistémico se traslada hacia adentro de la coalición. Quien es el que manda (o la que manda en este caso) es una disyuntiva sustancial a resolver, para avanzar.

Y cuando el que ocupa la centralidad del poder del estado, es el más débil de la coalición gobernante, quienes le dieron ese lugar le exigen, por lógica, que siga los postulados ideológicos de los que tienen mas poder. Es una experiencia inédita en el peronismo que alguien tenga mas poder que el propio presidente.

Nadie sabe como habría funcionado la cosa en Cambiemos. Si en lugar de dirimir la candidatura presidencial en las PASO, hubiesen decidido designar a Elisa Carrió candidata presidencial, el escenario hubiera sido similar al actual, el más débil electorlamente de la alianza, en el Sillón de Rivadavia. ¿Como habría subsistido?.

Los gobiernos de coalición funcionan, con sus imperfecciones pero funcionan, en las democracias parlamentarias. El sistema tiene resortes de resolución de conflictos, como por ejemplo: las mociones de censura, la disolución del parlamento y el llamado a elecciones, entre otros. El presidencialismo, especialmente nuestro presidencialismo, es inflexible, los mecanismos de resolución de conflictos implican dramas institucionales. Y cuando la coalición proviene de un partido extremadamente personalista, el drama se multiplica. 

En tanto siga siendo imprescindible componer coaliciones para ganar elecciones, habría que ir pensando un cambio de sistema para modernizar la democracia.