Alberto Fernández perdió a su ministro estrella, aquel bajo el cual había concentrado poder en las últimas semanas, y en el que depositaba su esperanza de encontrar una salida a una crisis interminable. Se fue Martín Guzmán, duramente criticado por el kirchnerismo, desde la derrota de las PASO de 2021, y el presidente busca desesperadamente quien le agarre la titularidad del Palacio de Hacienda.

Mientras Cristina Kirchner daba una clase práctica del Manual de Conducción Política de Juan Domingo Perón, Alberto, que  había oficiado de exégeta del General el día anterior, con argumentos un tanto confusos, recibía la renuncia del Guzmán.

¿Que le queda al presidente de cara a un año y medio de gobierno? Poco, unos amigos sin demasiadas luces, y su base de sustentación callejera: el Movimiento Evita. Y ¿cual es el precio de esa alianza? El manejo de los planes sociales, que la vicepresidenta  criticó ferozmente la semana pasada.

El estado cedió el manejo de la ayuda social a una agrupación seriamente cuestionada justamente por eso. Con denuncias, por ejemplo, en La Pampa, de que los dirigentes se quedan con al menos el 50% de la ayuda a los carenciados.

La jugada de los lídereados por Emilio Pérsico era clara, al menos hasta la salida de Guzmán: bancar el ajuste en la propia calle llena de ajustados, a cambio de manejar los planes. 

Ahora, sin su ministro, la elección que haga el presidente de quien continuará la tarea, definirá si Fernández sigue en la línea trazada del ajuste con retórica social, o si tuerce el rumbo, y que aliados decide tener en esa carrera: al Evita o al kirchnerismo.