No se puede ahondar demasiado en el análisis. Los jugadores de Arabia Saudita son un grupo de buenos muchachos (según sus madres y abuelas), voluntariosos ellos, aplicados, malos jugadores de fútbol. Horribles. La mayoría de ellos, comería banco en el Federal B. 

Pero quieren ganar. Tienen un técnico inteligente y siguen como hormigas obreras el camino trazado por ese entrenador. Creen en el francés, se apreden al pie de la letra sus indicaciones y las cumplen a rajatabla.

Con obediencia y hambre de gloria, les bastó para doblegar a una selección jugadores de primer nivel europeo, pero bastante mas inclinados a exhibirse en redes sociales, a corretear cantantes de moda o hacerse famosos por el “fulano dance”. Muy divertidos, muy cool, “cancheritos”, dijo Mario Kempes, pero a punto de volverse si no modifican el chip.

El equipo que enfrente a México debe ser otro, y no en cuanto a nombres sino a disposición. Tiene que tener un plan táctico a seguir, conocer al rival y disponerse a jugarse la vida en cada pelota. Como ayer lo hicieron, por ejemplo, Nicolás Tagliafico y el propio Ángel Di María. 

Debe tener variantes tácticas para enfrentar los imponderables del partido y resto anímico para enfrentar la adversidad. Y mucha, pero mucha vocación de trabajo. Si no da el tiempo para todo, mejor resignar el peinado, la manicuría, e incluso, de resultar necesario, por un par de días, la máscara facial; anudarse fuerte los fulbence, levantarse alto las medias, apretar los dientes y volver del retiro para jugar un ratito al fútbol.