La policía británica desalojó de Saint Paul entre gallos y medianoche a los indignados que acampaban desde el 15 de octubre último en las escalinatas de la catedral londinense.

Unos levantaron con resignación sus tiendas de campaña y formaron círculos de plegaria. Otros levantaron barricadas y opusieron resistencia. Unos veinte fueron detenidos.

Los manifestantes acusaron a las autoridades de la catedral de haber claudicado ante la Corporación de la City y de “traicionarlos” en el último momento.

Aunque lo cierto es que las decenas de “indignados” que resistían a los pies de la catedral llevaban contando las horas desde la pasada semana, cuando un tribunal londinense dio el visto bueno a la orden de desalojo.

“No es el principio del final, sino el final del principio”, declaró ante las cámaras de la BBC George Barda, uno de los cinco miembros de Occupy London que decidió llevar el desalojo ante el Tribunal Supremo.

“No podemos permitir el drama eclipse las cuestiones importantes que afrontamos en este país y en todo el mundo”, añadió Barda. “No me cabe duda de que, conforme la situación económica siga empeorando, más y más gente se va a unir a nuestro movimiento”, vaticinó.