No hay buenos y malos, no es una película de superhéroes ni una serie de detectives. Es una confrontación de intereses entre poderosos que se cobra vidas en territorio de los débiles, como ocurrió a lo largo de toda la historia.

Y hay poderosos mas atrevidos y poderosos mas tibios, por épocas, se rotan y unos van quedando alternadamente de un lado u otro. En este caso a Vladimir Putin le tocó ser el fuerte, ya Joe Biden el timorato. 

La pintura de la batalla de la autocracia contra la democracia también es falsa. A ninguno de los actores en litigio les importa la forma de gobierno. La real politik que impera en las relaciones internacionales, grafica a los países como bolas de billar, que chocan entre sí , sin importar como sean dentro. Cualquier diatriba ideologicista es falsa, tiene como fin engañar a la gente, los intereses son, siempre, económicos o geopolíticos.

La propaganda difundida por Putin, la sanción a la utilización de palabras como "invasión", van en consonancia con las etiquetas  colocadas por Occidente como "brutal". Los medios colaboran también en virtud de sus intereses y su cercanía con los gobiernos. Saber que pasa en realidad no pasa por leer SputnikNews ni tampoco The New York Times, ambos difunden información a medida de los intereses de sus gobiernos.

Es indifirente si Putin es un dictador y Biden un gran demócrata, aunque objetivamente, ninguno de los dos es una cosa u otra, ambos, están mucho más cerca de un gris y en definitiva son claves en el mapa de poder internacional.

Por otro lado no puede omitirse que si la "maldad" de Putin lo empujó a la invasión; la desidia y el engaño de Biden condujeron a que Ucrania creyese que alguien iba a defenderla, a ayudarla a resistir ataques que se veían venir y sin embargo fue traicioneramente abandonada por los americanos y por todo Occidente.

Malos, somos todos.