El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, sufrió una severa derrota en las elecciones parlamentarias del viernes, en las que Ali Larijani, actual presidente del Parlamento y nombre fuerte para las elecciones presidenciales del año próximo, obtuvo la mayoría de los 290 escaños que componen el Parlamento.

Los conservadores han conseguido 30 escaños en la capital, Teherán. Ni siquiera Parvin, la hermana de Ahmadineyad, salió elegida en Garmsar, la localidad natal del mandatario. Por ahora se desconoce cuándo se darán a conocer los primeros resultados oficiales.

Los comicios legislativos son un importante test para Ahmadineyad, así como para las autoridades religiosas de este régimen teocrático. En cambio, la oposición, integrada sobre todo por reformistas y gente joven, pidió boicotear los comicios. La cúpula iraní intentó por todos los medios lograr una alta participación, frente al desinterés generado por las fortísimas sospechas de fraude en la última elección presidencial.

Según la Constitución persa, el ayatolá y el Ejército (que responde al ayatolá, no al presidente) tienen poder de veto sobre el gobierno elegido, lo que frenó históricamente cualquier intento de laicización del país.

Ahmadineyad, que se hizo con la primera magistratura del país como abanderado de los conservadores, es últimamente criticado por los sacerdotes y el Ejército por ceder a un discurso “nacionalista y laicizante”, lo que ha puesto al mandatario sobre el fiel de una balanza en la que el otro extremo lo representa una oposición reformista sin chances, dentro del actual esquema constitucional, para llevar adelante sus ideas.