Su madre se llamó Elsa Bolaños Cacho, era secretaria bilingüe, y su padre Francisco Gómez Linares, era pintor y logró destacarse como un prestigioso retratista. En la familia había un hermano mayor: Paco. Y hubo uno menor: Horacio.

Roberto Gómez Bolaños nació en la Ciudad de México el 21 de febrero de 1929. Así empieza la historia de uno de los grandísimos genios creativos que ha dado Latinoamérica.

El padre murió en el 35 y Roberto se fue a vivir un año a Guadalajara con sus tíos. Cuando volvió ya tenía próxima la adolescencia y algunas cosas muy claras: jugaba bien y mucho al fútbol y practicaba con mucho entusiasmo boxeo.

Con los pantalones cortos y los botines puestos jugó en un equipo llamado Marte. 

Entró en el Bachillerato de Ingeniería en el Colegio Morelos y cuando le tocó el servicio militar su vida social se interrumpió un año. Aunque aprovechó unos días libres y con algunos de sus compañeros decidieron viajar en un antiguo colectivo hasta Acapulco. 

Allí estaba el inmenso mar.  Uno de los compañeros exclamó con los ojos bien abierto: ¡Cuánta agua! Y otro le respondió: ¡Y abajo hay más!

Chaparrito, apenas 2 centímetros por encima del metro 60, Roberto tenía un carácter fuerte y no se dejaba llevar por delante, ni en el boxeo, ni en el barrio, ni siquiera en el servicio militar.
Más allá de algunas novias tempraneras, Roberto conoció a su primer gran amor cuando ya había pasado largamente los 20. Ella tenía 15 y se llamaba Graciela.

Se pusieron de novio, luego se casaron y la pareja, que duró más de 20 años, tuvo 6 hijos.

Roberto entró a trabajar en una agencia de publicidad llamada D’Arcy, un trabajo que encontró buscando en los clasificados del diario. Cuando llegó al sitio había dos colas: una muy poblada y la otra con apenas dos personas. 
-¿La más corta para qué es?, preguntó.
-Para aprendiz de redactor de textos. 
Y allí fue.

El primer trabajo que tuvo fue elaborar libretos para un programa de radio “Galería Musical”.
Lo hizo bien. Le dieron para que escribiera la letra de algunos jingles publicitarios. 

Y como su impronta gustó, lo pusieron como guionista de un programa de radio que se haría muy famoso y llegaría a la televisión con los cómicos Viruta y Capulina.

Como los sueldos eran magros, amplió horizontes. Escribió los guiones del programa televisivo “Cómicos y Canciones”.

Ese era un programa en vivo y un día faltó uno de los actores y Roberto lo reemplazó. Se sabía la letra, la había escrito él.
Los técnicos lo aplaudieron, el director quedó satisfecho. Y le empezaron a dar pantalla.

Roberto Gómez Bolaños, un genio sin querer queriendo

El éxito de Viruta y Capulina se agigantaba. Hicieron la primera gira fuera de tierras mexicanas: destino El Salvador.
Por ese tiempo lo convocaron para escribir los libretos de un programa importante “El estudio de Pedro Vargas”. Pedro Vargas fue un prócer de la actuación mexicana y un notable cantor de boleros. Lo llamaban “el ruiseñor de las Américas”.

Roberto pronto dejaría de ser Gómez Bolaños para transformarse en Chespirito.
El 1958, el director Agustín Delgado fue quien le puso el sobrenombre durante las filmaciones de la película “Los Legionarios”, debido a que el cineasta comparó su ingenio con el de William Shakespeare. 

Un día lo llamaron de Canal 8, para que escribiera un programa que se iba a llamar “El Ciudadano”. Lo escribió y también se presentó al casting como actor. Y quedó. Era una comedia que protagonizó con Rubén Aguirre y que terminó llamándose “El ciudadano Gómez”.

El siguiente paso fue “Los supergenios de la mesa cuadrada”. Chespirito interpreta un personaje que luego se haría muy famoso (el doctor Chapatín), junto a Rubén Aguirre (como el Profesor Jirafales) y Ramón Valdéz (como Tirado Alanís). Se agregó luego María Antonieta de las Nieves.
El sketch tuvo su recorrido y al tiempo fue suprimido. Había que buscar algo nuevo.

Roberto recurrió a unos textos que había escrito que le daban forma a un personaje nuevo que había sido rechazado por varios actores. El Chapulín Justiciero, que terminó siendo el Chapulín Colorado.
Las frases que recorrieron México y el mundo: No contaban con mi astucia / se aprovechan de mi nobleza / Síganme los buenos / Lo sospeché desde un principio / Todos mis movimientos están fríamente calculados.

Fue un éxito. 

También aparecieron por ese tiempo “Los Chifladitos”. Lucas Tañeda y Chaparrón Bonaparte.
Cuando el juego estaba armado para pegar el gran salto, a Aguirre lo llamaron de Canal 2, le ofrecieron mejores condiciones y se fue. Volvería al poco tiempo. Esa deserción le abriría la puerta al más grande de todos los personajes de Chespirito.

Un niño pobre, un barril y una vecindad.

El Chavo del 8 fue escrito y actuado por Chespirito, que ya tenía 42 años. Y parecía un niño de 8. Gómez Bolaños contó años después cómo se había armado ese Dream Team. 

Roberto Gómez Bolaños, un genio sin querer queriendo

“A la Chilindrina la diseñé como a una niña que tendría tantas o más pecas que El Chavo, a modo de constituir un lazo de identificación entre ambos. Pero ella sería traviesa a más no poder y mucho más inteligente que él”.

En un programa de humor llamado “Media Naranja” trabajaba Florinda Meza. Chespirito la vio y quedó embobado. La envejeció, le quitó belleza y la convirtió en Doña Florinda.
A Carlos Villagrán lo conoció en la casa de Rubén Aguirre, en una fiesta particular. Ellos hacían un número de un ventrílocuo y su muñeco Pirolo. Villagrán era Pirolo y hablaba con los cachetes inflados. Fue Quico.
Ramón Valdéz fue Ron Damón.

Edgar Vivar llegó por recomendación. Rubén Aguirre no prosperó con esa nueva chance que le había aparecido y retornó. Angelines Fernández, española, había actuado con Cantinflas. Y más tarde llegaría “el Chato” Padilla.
Estaban todos.
El éxito fue explosivo. La historia se hizo oro en las manos y la fama golpeó la puerta.
A Chespirito lo mandó llamar el capo de la competencia, el poderoso Emilio Azcárraga, y le dijo que le encantaría que sus programas pasaran a su canal.
Tardó en llegar, pero sucedió, Al tiempo, el Chavo llegaba a Televisa.

Se abrieron las puertas de América. Y comenzaron las giras monumentales. Primero, Guatemala. Luego Puerto Rico, Dominicana. Sudamérica también fue una enorme vecindad que amó al Chavo y a sus amigos.

Algunos ejemplos: actuaron en el estadio Nacional de Santiago de Chile para 80.000 personas, en la Quinta Vergara de Viña del Mar, hicieron 7 funciones en el Luna Park de Buenos Aires, actuaron en la cancha de Talleres de Córdoba. 
La fama siempre viene de la mano con una amiga inseparable: la tentación.
Muchas chicas abordaban a los célebres mexicanos y se colaban por las noches en sus cuartos de los hoteles.
Esta nueva vida trajo el final del amor entre Roberto y Graciela.
Además, otro corazón ya lo movilizaba.

En el medio de todo el boom, Chespirito fue convocado para escribir el guion de una película del cineasta argentino Luis César Amadori. Se llamó “Una novia para dos hermanos”.
Y hablando de películas, todo el grupo de trabajo realizó “El Chanfle” que apareció en 1979 y una segunda tres años después.
Ya que estaban, grabaron un disco con 10 canciones de los personajes que ya eran más que famosos.

Y el amor se hizo visible.
Gira. Restaurante del hotel, copas, baile. 
Todos a las habitaciones, sólo quedan Roberto y Florinda. Miradas y una mueca que lleva a Florinda a preguntarle si estaba fastidioso.
Y Roberto tira el anzuelo: “Hoy vinieron muchas fans a pedir besos, pero a mí nadie me pidió”.
-Si querés besar a alguien, por qué no me besas a mí –le dijo Florinda.
Y la besó. Claro que la besó.

Hubo modificaciones aún en el éxito. Los personajes habían tomado vida propia y recibieron tentaciones de afuera. Se fue Quico, se fue Don Ramón, se fue la Chilindrina. Algunos volverían, otros no. 
El último episodio con Carlos Villagrán se grabó en Acapulco. Fue un episodio doble de El Chavo y también uno del Chapulín Colorado.

Siguieron las giras. Otra vez en Argentina. Ahora fueron 9 funciones en el Luna Park. Y la invitación de Luis Sandrini, el ídolo de Roberto. Y la llamada de Maradona.
Y en Colombia, 4 millones de personas para recibirlos en un show a beneficio realizado en el Campín de Bogotá.
Y el Madison Square Garden repleto en Nueva York.

Apareció el teatro, otra veta muy explotada. Don Ratón y Don Ratero, bailando tap. La comedia musical “Títere” y la comedia “11 y 12” con Florinda, que superó las 3 mil representaciones.

Llegó el momento de prescindir de El Chavo y del Chapulín. 
La última vez que hizo el personaje del niño del barril, Roberto tenía 66 años. Ya no tenía la agilidad para hacer al Chapulín. Así que aparecieron nuevos personajes, como el Chompiras.

Luego de 27 años de convivir con Florinda Meza, Roberto se casó con ella.
Su salud empezó a deteriorarse, pero tuvo tiempo para más. Escribió el libro autobiográfico “Sin querer queriendo” a los 75.

El 28 de noviembre de 2014, Roberto Gómez Bolaños murió por problemas respiratorios en Cancún a los 85 años.
Sus restos fueron velados en el estadio Azteca, donde todo el pueblo mexicano pasó a despedirlo.

A pesar de ello, el Chavo sigue desesperado por comer una torta de jamón, el profesor Jirafales sigue tomando tacitas de café de Doña Florinda, la Chilindrina sigue haciendo travesuras con su cara salpicada y Quico sigue con sus cachetes inflados irremediables. 
Y seguirán haciéndolo por siempre.