El hombre que sacó a McLaren de su pinchadura lenta de la década pasada, Zak Brown, objetó “todo el sistema de superlicencias” de la FIA, instaurado a partir de 2015 luego del debut apresurado de Max Verstappen en la F1, con 17 años (lo cual es un tema menor) pero con sólo un tercer puesto en F3 Europea como antecedente en monoplazas. 

Las condiciones para debutar eran hasta allí mucho más laxas y vagas. Desde entonces, se implementó un sistema de adjudicación de puntos para obtener la Superlicencia, de acuerdo a la posición final ocupada en los principales campeonatos del mundo. 

Este 'sistema de puntos FIA' permitió direccionar a los equipos y pilotos hacia las categorías generadas o apuntaladas por el ente rector, en detrimento de categorías más baratas que desde entonces han sido extinguidas (la Fórmula Renault 3.5, por ejemplo) o languidecen con parrillas misérrimas de menos de diez autos (la Eurofórmula) mientras su torneo equivalente de FIA, la Fórmula Regional 'powered by Alpine', llega muchas veces al 'overbooking' de 35 pilotos por carrera. 

Zak Brown considera irracional negarle la Superlicencia a un ganador de siete carreras en un campeonato como IndyCar (probablemente, fuera de la F1, el mejor plantel de pilotos del mundo junto al WEC y la Fórmula E). "Creo que se debe revisar todo el sistema de licencias. Entiendo que las reglas son las reglas y no deben romperse, pero me pregunto si son las reglas correctas", razonó Brown ante el sitio web estadounidense Motorsport.com.

Para Brown, “la mitad de la parrilla de IndyCar es capaz de correr en Fórmula 1. Si alguien como Colton, que ganó muchas carreras de IndyCar, no es elegible para una superlicencia, creo que debemos revisar el sistema de superlicencias", añadió. 

Y fundamentó: "No creo que Max Verstappen o Kimi Räikkönen hubieran sido elegibles –en su momento– para la superlicencia. Entonces, si miras hacia atrás, hay un par de pilotos que son campeones del mundo y no habrían obtenido la superlicencia con el sistema actual".

A esto se suma la incoherencia conceptual de la FIA para acatar sus propias reglas: hace un año, Pietro Fittipaldi y Jack Aitken, en idénticas circunstancias reglamentarias, obtuvieron la autorización para correr carreras en reemplazos súbitos en el contexto de la pandemia. 

Pero todo lo que huela a la cúspide del deporte motor estadounidense genera pánico en la F1: más allá de las declaraciones altisonantes y despectivas que suelen surgir desde pilotos y jefes de equipo de la máxima hacia IndyCar, hay un terror europeo a que llegue un estadounidense y los ponga en ridículo. 

A esto se resume la actual puja antiestadounidense por parte de la mayoría de los jefes de equipo de la F1; en esa mediocridad, se bloquea el crecimiento de la F1 en Estados Unidos, posibilitando que resucite la antipatía ancestral del fanático estadounidense respecto de la autoproclamada máxima categoría del deporte motor. 

Y una última acotación: esa mediocridad europea contra todo lo estadounidense tomó vuelo desde que Liberty Media tomó la decisión de elegir como su CEO a quien representa como nadie la estolidez, mediocridad y mala fe declarativa de la dirigencia del deporte motor europeo: Stefano Domenicali. Ojalá vuelvan a poner a un estadounidense que piense en ganar dinero antes que en proteger quiosquitos de amigos; si no, la F1 volverá a deslizarse por la incómoda e inexorable pendiente que venía atravesando desde 2014 hasta 2017.